La coruñesa María Carmuega perdió la capacidad de oír, de forma total, cuando contaba con solo 8 años, debido a "un tratamiento erróneo de estreptomicina", que le causó una sordera profunda bilateral. "Tuve que soportar, a lo largo de mi infancia, una serie de engorrosas pruebas médicas y psicológicas", explica.

Carmuega tuvo que viajar 25 años después hasta el Instituto de Otología García-Ibáñez de Barcelona, donde le realizaron el implante. Era 1999 y este servicio aún no estaba cubierto por la seguridad social en Galicia, pero allí contaba con un plan de ayuda.

"El proceso fue muy rápido", explica ahora la implantada, "con una rehabilitación de apenas unos cuatro meses". "En realidad, debido a mi educación y a mi forma de ser, siempre he estado perfectamente integrada en la sociedad. La sordera nunca me ha limitado totalmente para llevar a cabo mi vida", indica esta implantada, quien reconoce que el implante "ha sido la guinda que me faltaba en mi particular pastel. Oír los sonidos de la vida a los que antes no tenía acceso, no tiene precio."