El hartazgo. Estoy que no duermo, que no como, que no vivo. No soy la misma desde la entrevista de Kiko Rivera. "Estoy harto", dijo en un momento de tensión máxima que ni el accidente espacial de Sandra Bullock en Gravity, vamos, por dios. Estoy harto, empezó a decir, e inmediatamente evoqué a su santa madre, la Pantoja, y aquel desgarrado "estoy harta de la familia Rivera". Aquella llamada a Telesur. "Harto de ser el tonto de la familia". Y habló. Habló y dijo que no fue a la boda del hermano guapo, famoso, torero y algo altivo (y digo algo altivo por diferenciarlo del otro hermano guapo, famoso y torero) no porque estuviera pinchando (discos), no. No fue porque no le invitaron. Y yo otra vez bajo la alargada sombra de la tonadillera y los desencuentros con Carmina. Allí estaba Kiko dándolo todo, frente a su entrevista más sincera, como dicen de todas las entrevistas insinceras (Pocholo dixit). También hubo para Jessica Bueno, esa que le hacía dormir en el sofá, la que se ha llevado a su pequeño del alma y a la madre que la parió -y dormía con ella en el lugar que le correspondía a él- a Eibar. A Eibar, que se antoja otro mundo. Dicen en los mentideros que cobró 200.000 euros. Hartito estaba de ser el tonto.

Antojos. Como los científicos buscan una explicación racional a todo, pensaron que los antojos delatarían falta de nutrientes, pero lo descartaron. Luego cayeron en la cuenta de que las áreas del cerebro relacionadas con el gusto están muy cerca de las que reciben los impulsos nerviosos desde el útero, pero un canadiense demostró que la relación entre los cambios hormonales y los antojos también era cosa de hombres. Así que se pusieron a teorizar sobre la posibilidad de que sean cosa de la ansiedad. A Sara Carbonero se la ha visto en una hamburguesería. Para mí que es hambre. Pero la princesa Letizia no parecía tener antojos y algunas ya han hecho notar que Leonor tiene lo que parece una mancha de nacimiento en la pierna. Un antojo no satisfecho. Es acientífico pero, por si acaso, dale a la comida rápida, Sara, dale.

La Baronesa y el surrealismo. La Baronesa, de negro riguroso, aclara que no ha estado con su hijo tomando té en un hotel madrileño. Los que los vieron no los vieron. No hay entente en la guerra de los Thyssen. Años llevamos con este tira y afloja. Borja reclama la herencia del barón, Carmen Cervera demanda a su Borja y a su nuera, Tita exige pruebas de paternidad, la exmiss contrata detectives privados... Así no hay manera. La Baronesa se extiende sobre estas cosas en su revista de cabecera. En el museo le preguntan y solo dice no he visto al niño, ya me gustaría y cosas así. Lo dice rodeada de pinturas de Dalí y Bretón. Con Rodrigo Rato o las Segrelles al lado. Surrealismo puro.

El tenista encantador. ¿Qué le parece la relación de su hija Ana Boyer y el tenista Fernando Verdasco? Muy bien. ¿Le gusta para su hija? A quien le tiene que gustar es a ella. ¿Qué opina de Verdasco? Es un chico muy agradable, encantador. El interrogatorio se produce en Filipinas y la interrogada es Isabel Preysler (palabras mayores). La prensa rosa deduce, interpreta, concluye que la reina de corazones da su bendición a la pareja. Aunque la propia niña haya dicho que por ahora no hay "romance" y el que conoce a Isabel sabe que, en su vocabulario exquisito -y por extensión, en el de su prole- no cabe otro calificativo para nadie que no sea encantador, agradable, estupendo. O ideal de la muerte. Que eso sí sería confirmar la noticia.

La lista. ¿Se pensaban ustedes que bastaba con casarse en Westminster, coronarse duquesa, dar a luz a un príncipe y sentarse a esperar a heredar un día el trono? De eso nada,monada. La familia real británica, sin llegar a los niveles de la monegasca, eso nadie, tiene un largo historial de divorcios. Miren a Diana, a Sarah Ferguson, a la princesa Ana. Por eso Catalina, se ve que es cosa de las Middleton, no termina de fiarse. Cuentan los hijos de la Gran Bretaña que recela de Cressida Bonas, la novia del príncipe Enrique. Y todo porque su hermana, la de Cressida, por lo que se ve tuvo tratos más que protocolarios con el príncipe Guillermo. Así que Cressida ya puede olvidarse de ser invitada al bautizo del pequeño Jorge. Claro que no solo ella. Los tabloides aseguran que no asistirán ni siquiera la princesa Ana o la condesa de Wessex. Los duques, sencillos ellos, quieren una celebración íntima. Todo lo íntimos que puedan ser los eventos reales, claro, aunque bien pudiera ser una maniobra para dejar fuera a la tal Cressi. En cambio Letizia, por ejemplo, se lleva de miedo con Isabel Sartorius.

No quiero, de verdad que no, me resisto, pero qué remedio. No quisiera por nada del mundo caer en la trampa y preocuparme por los nervios de Jorge Javier Vázquez. No, porque ya sucumbí a los problemas, a las idas y venidas de Belén Esteban. Porque ya me tragué el anzuelo de las turbulencias matrimoniales de Rosa Benito. Por dejarme arrastrar, hasta compré un antídoto contra el veneno de las arañas de Miami para visitar al histriónico de Víctor Sandoval en el hospital si Nacho Polo le negaba la obra de caridad. Así que ya no me engañan más. Y eso que se están empleando a fondo. Primero lo intentaron con una literata, a la que entremezclaron con los nativos, en el campamentucho aquel. Infiltraron a una intelectual, pero no coló. Y ahora contraatacan con una representante del poder, del noble arte de la política y el servicio público, con una exconcejala, que ya es corromper por corromper. JJ arrastra a la electa por el fango, y con ella, a todo el estamento. Pero luego pide perdón. ¿Perdón por faltar a los políticos? Ah, no, es que se trataba de Olvido Hormigos. Y ya es una de los suyos.