-De pequeño quería ser pintor, músico, escritor. ¿En el cine ha conseguido ser un poco de todo esto?

-La verdad es que es la única disciplina que reúne a todas las demás. En el cine hay narración, melodía, ritmo, montaje... es la forma de expresión más completa que conozco. De todos modos, también intento ser escritor por separado y pronto publicaré un libro con aforismos y otros delirios, A las 3 son las 2, y también mi primera novela.

-¿Soñaba con dirigir a algunos de los actores más importantes del mundo como Robert de Niro o Sigourney Weaver?

-Mi grado de insensatez no llega a tanto. Cuando escribo un guión no lo hago pensando en nadie en concreto porque si luego un actor lo rechaza me encuentro con que no me encaja nadie más. En el caso de Sigourney fue diferente; enseguida empezó a flotar su rostro y me arriesgué a seguir. Cuando nos reunimos estos actores y yo son desde luego ellos los que me examinan a mí. Pero a la hora de trabajar tienes que olvidarte de quiénes son y hacer tu función. Todos los grandes actores con los que he trabajado, desde Leonardo Sbaraglia en El concursante a Ryan Reynolds en Buried o, por supuesto, Robert de Niro o Weawer en Luces Rojas, han sido un regalo para mí tanto en lo personal como en el trato profesional, donde se comportaron siempre de forma exquisita.

-Según Montoro, el problema del cine español no es el IVA, sino la calidad de las películas.

-Habría que verlo bien porque a veces las frases se sacan de contexto... Lo cierto es que la incidencia de las subvenciones en España es mínima; el 97% del presupuesto tienes que financiarlo de una forma muy distinta. Si algo tengo claro es que no es el momento de llorar.

-¿Va a menudo al cine?

-Si no estoy de rodaje, voy dos o tres veces a la semana. La última y la penúltima película que vi fue Gravity, un ejercicio apabullante de Alfonso Cuarón.

-¿Cuál es la principal diferencia entre la industria del cine norteamericana y la española?

-Que la industria americana existe y la española no; llamar industria a nuestro sistema es demasiado optimista. Hacer una película en España es como levantar una guerra nueva empezando cada vez desde cero. Esto es perjudicial pero a la vez beneficioso porque te permite una mayor libertad creativa.