Ni por incendios, ni por participaciones preferentes, ni por subordinadas. El municipio pontevedrés de O Rosal fue ayer uno de los grandes protagonistas de la jornada por el Gordo de la lotería. "Al fin conseguimos que se hable del pueblo por algo bueno. ¡Qué sea siempre así!", exclamaban los vecinos exultantes de alegría pese a que el número de afortunados fue muy pequeño.

El primer premio del sorteo (62.246) acarició el pequeño municipio de apenas 6.500 habitantes con diez décimos que dejaron una generosa lluvia en forma de cuatro millones de euros. Esta sorpresa contribuyó a que en el que se considera el punto cero de los afectados por las preferentes „se cifran en más de 1.000 personas las afectadas„ se viviera un día de fiesta y celebración por todo lo alto, muy necesario para levantar ánimos y despertar alegrías.

"No creía mucho en esa teoría de que en las zonas con catástrofes toca la lotería. Pero mira. Aquí está. Estoy muy feliz y si alguno de los agraciados ha sido alguien afectado, pues bien dado va a estar el premio. Llevar alegría a la gente que lo necesita es lo que me ayuda a vender", destacaba a pie de calle y con una sonrisa de oreja a oreja Santiago Villa, propietario de la Administración número 1 de O Rosal que despachó una serie del 62.246. "Fueron repartidos en ventanilla y prácticamente en la última semana, por lo que imaginamos que la mayoría de los agraciados son gente de O Rosal", se congratulaba acompañado por su mujer, sus hijos y su madre mientras, como exige la tradición, descorchaban varias botellas de cava.

A las 10.46 horas los niños de San Ildefonso cantaban el Gordo. Algunas personas, como María José Álvarez, jubilada, de 67 años, soltera y con familia no se lo podía creer. Se acababa de levantar y se había convertido en millonaria. "Cuando me levanté, vi en la televisión que había tocado el número. Tengo las pulsaciones a cien", decía nada más salir de un banco ubicado justo al lado de la administración en la que había comprado el décimo. "Estoy tan nerviosa que no he ido a misa", aseguraba mientras intentaba abrirse paso entre periodistas y vecinos que la venían a felicitar. Comparte con una amiga la mitad de los 320.000 euros que le han tocado por un décimo. Por los 80.000 euros que se lleva este año Hacienda (20%) no estaba especialmente preocupada. "Sé que se lo queda, pero era peor antes, porque yo no tenía nada y ahora sí. Además, me hacía mucha falta", confesaba sonriente. Sobre a qué lo destinaría tenía al menos alguna cosa clara: "Algo caerá para la familia y lo celebraremos con una comida". Esta agraciada se ha dedicado a la limpieza hasta que se jubiló y canta en la coral parroquial.

Quien tardó más tiempo en enterarse pero que no dudó ni un segundo en plantarse en la Administración número 1 de O Rosal fue el joven Carlos González. Estaba jugando un partido de fútbol y fue su mujer quien se enteró de la noticia. "Se lo estaba comunicando a todo el mundo menos a él, que no me cogía el teléfono. Tengo el corazón que se me sale", admitía acompañada de su marido y sus dos hijas pequeñas Daniela y Marta. "Mami, ¿qué le pasa a papá?", preguntaron las hijas cuando él se enteró de la gran noticia y se puso a dar saltos de alegría.

Carlos González comparte el premio de un décimo con otros siete compañeros. Se autodenominan como la peña De la Cabaña (restaurante de O Rosal en el que se suelen juntar y junto al que está la pequeña empresa de metal en la que trabajan). "Jugamos siempre a la quiniela y con lo que ganamos jugamos lotería de varios sitios. Y uno de ellos fue el del Gordo. Ahora, a tapar algún agujero y algún regalo para la familia", decía con gozo. Cada uno de los ocho participantes se llevan un pellizco de 40.000 euros.

El furor que se vivía en la calle Ramón Franco de O Rosal se contagió por gran parte del pueblo. Algunas vecinas, como Genoveva González Queca, al volante de su coche, paró frente a la Administración de Lotería en la que se agolpaban decenas de personas, tocó el claxon de su vehículo con fuerza y no vaciló en gritar a los cuatro vientos que a ella también le había tocado. "No lo sabemos fijo, en serio. Creemos que sí, pero no lo sabemos fijo", le cortaba su hija en el puesto del copiloto. "Pero seguro que sí, seguro que sí...", le interrumpía su madre a la que el paso de una ambulancia obligó a salir a toda prisa y sin aclarar finalmente si le había tocado o no la fortuna. Delmar Ferreira, rebosante de alegría, deseaba contar a todos la buena nueva que, por fin, puede anunciarse en O Rosal: "A mi hermana le tocó uno de los décimos. Está en su casa y este dinero es muy necesario en su caso", apuntaba ella. "Pero aunque no esté muy repartido, me alegro de que el pueblo sea noticia por algo bueno como esto y no solo por las preferentes", aseguró.