El frío de estos últimos días y la aparición de síntomas de gripe está saturando los servicios médicos, fundamentalmente las urgencias. A ellas acuden todo tipo de enfermos, pero los que de verdad deben hacerlo son las personas mayores, los niños pequeños con fiebre muy alta o enfermos con patologías crónicas que se exacerban por efecto del frío. Los demás deben acudir a su médico de familia en cuanto les sea posible, ya que los responsables sanitarios indican que están viendo patologías que no es preciso tratar en estos servicios, por lo que recomiendan esperar para evitarnos una larga demora o el contagio de otra enfermedad más grave mientras permanecemos en las saturadas salas de espera.

Es evidente que no somos especialistas pero todos podemos comprender que no es lo mismo un resfriado que una gripe o una neumonía. Precisan diferente tratamiento y la actitud ante ellas es distinta:

-El catarro, resfriado o constipado es un proceso causado por múltiples virus para los que no existe vacuna. Se caracteriza por abundante mucosidad, frecuentes estornudos, fuerte dolor de garganta, tos seca, malestar general, fiebre moderada e irritación ocular. Si no se trata adecuadamente puede desembocar en una infección bacteriana como sinusitis, otitis o bronquitis. Es más frecuente en niños y ancianos porque sus sistemas inmunitarios son más débiles y suelen estar en ambientes más cerrados.

Normalmente remite por sí mismo, gracias a las propias defensas del organismo, al cabo de 3 a 6 días.

-La gripe está causada por un virus reconocible, por lo que se puede preparar la vacuna adecuada y evitar su padecimiento.

Puede acabar en una enfermedad mucho más grave (infecciones bacterianas, neumonía, empeoramiento de enfermedades cardíacas, asma, etc.).

Caracterizada por fiebre alta, fuerte dolor de cabeza, tos persistente con flemas, dolor muscular, fatiga, agotamiento general, reducción del apetito, etc.

Debe ser diferenciada en los niños porque la gripe necesita un tratamiento efectivo y atención inmediata.

El tratamiento para ambas patologías es sintomático: antipiréticos para la fiebre; descongestivos y antihistamínicos para los mocos; antitusígenos para la tos; mucolíticos para fluidificar la mucosidad; colutorios, para el dolor de garganta; analgésicos, para las molestias musculares y preparados específicos donde se combinan varios de los anteriores grupos de fármacos. La mayoría no necesitan receta, pero debemos consultar al farmacéutico cuál es el más adecuado para nuestra situación. En principio no debemos tomar antibióticos salvo expresa indicación médica porque no son eficaces contra los virus y su consumo puede empeorar el cuadro que estamos padeciendo.

El contagio es fácil, pues el virus pasa del enfermo que tose o estornuda al sano que está en ese ambiente; penetra por la nariz, los ojos o la boca y llega a las mucosas. También se transmite al tocar objetos contaminados con las manos y llevárselos a la nariz, ojos o boca. Influyen los cambios bruscos de temperatura y la permanencia en espacios cerrados y poco ventilados. Además, está contraindicado tocar objetos o personas con las manos sucias sin lavar y que han estado en contacto con enfermos.

Los consejos que debemos seguir para mejorar esta incómoda situación incluyen:

-Vacunarse contra la gripe: los neumólogos recomiendan mayores de 60 años, adultos con ciertas patologías, profesionales sanitarios, personal de emergencias y embarazadas fundamentalmente.

-Taparse la boca al toser y estornudar.

-Usar pañuelos desechables y no reutilizarlos.

-No fumar.

-Lavarse las manos frecuentemente.

-Consumir frutas y verduras.

-Beber mucho: agua, zumos, infusiones. -Reducir el consumo de leche porque favorece la formación de moco.

-Evitar el estrés, porque debilita el sistema inmunitario.

-Descansar; se recomienda reposo en casa de cinco a siete días.

-No automedicarse. El especialista indicará el tratamiento a seguir que puede incluir antivirales para adultos y niños mayores.

Está comprobado que estos virus causan la mayor cifra de absentismo laboral y escolar. No debemos apurar la recuperación para evitar recaídas de mayor gravedad. Piensa que dura un mínimo de una semana y, si te recuperas adecuadamente, quedarás inmunizado hasta el próximo invierno. Acude a tu médico de familia para que diagnostique el cuadro del que se trata y sigue las pautas que él te diga. Puede ocurrir que en un primer momento no te recete un antibiótico y al cabo de unos días, en función de tu evolución, sí lo haga. No ha cometido un error; confía en su criterio.