Una breve conversación telefónica con Azucena García es más que suficiente para tumbar cualquier prejuicio sobre las personas, y en particular sobre las mujeres, con enfermedad mental. "Soy muy perfeccionista, sensible y extrovertida. Y amo la vida, aunque para mí no haya sido nada fácil", explica, con una naturalidad pasmosa. La misma con la que recuerda cómo a los 17 años le diagnosticaron una depresión severa que en realidad no era tal. "Estuve diez años peregrinando de consulta en consulta, hasta que el octavo psiquiatra que me atendió se atrevió a poner nombre a lo que me pasaba: sufro un trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar, un escalafón por debajo de la esquizofrenia", aclara.

"Al principio me aislé mucho del mundo, me perdí a mí misma. Viví una especie de lucha interna entre salir adelante o desaparecer. No quieres irte, porque siempre hay algo que te mantiene vinculada al mundo, pero lo pasas realmente mal...", reconoce Azucena, quien considera que su carácter, el apoyo de su familia y el tomar siempre la medicación y seguir a rajatabla las recomendaciones de los médicos - "mantener una comunicación fluida con tu psiquiatra, que no se limite a recetar fármacos, es fundamental", remarca- han sido claves para que, a día de hoy, lleve una vida normalizada. "En realidad, nunca tuve un parón. La enfermedad me sobrevino en la adolescencia pero, aún así, continué estudiando, logré licenciarme en Ciencias Políticas, hice un máster en Comunicación y he trabajado en un montón de sitios: en varias revistas, en una radio, en un despacho de abogados como secretaria, como administrativa en varios organismos públicos... También he colaborado como voluntaria con varias organizaciones, como Feafes Galicia, dando charlas de sensibilización sobre salud mental a alumnos de instituto. Ahora, mientras trato de encontrar un nuevo empleo (tengo pendientes varias entrevistas), estoy haciendo unas prácticas no laborales en Zona Comercial Obelisco, realizando tareas de captación de socios, atención telefónica, información sobre campañas... Como siempre trato de vincular mi profesión con mi trabajo, estoy encantada", subraya.

Su caso es, por desgracia, bastante excepcional. Si el nivel de cobertura social de las personas con enfermedad mental es muy bajo, en torno al 8% o al 10%, su integración laboral apenas llega al 5%. "Hay muchos trabajos que podemos realizar", reivindica Azucena, quien reconoce que a algunos empresarios ni se les pasa por la cabeza contratar a personas con enfermedad mental porque creen que pueden ser peligrosas o incapaces de asumir situaciones de estrés. "Son prejuicios tremendamente injustos", lamenta.

Esta coruñesa espera que su experiencia pueda servir de apoyo a otras personas con enfermedad mental. "Siempre hay que tratar de mirar hacia adelante, planificando a corto y medio plazo. Y nunca se debe justificar la vida que se tiene por el pasado. Yo he aprendido a reorganizarme, incluso en el plano emocional. Sé que soy frágil, pero he conseguido rehacer también esa parte afectiva, que a veces dejamos apartada, y me siento una mujer plena. Soy Azucena, sin etiquetas", concluye.