Asegura que jamás ha tenido miedo, pero ahora como ministro, José Ignacio Wert (Madrid 1950) nota por primera vez que la responsabilidad le quita el sueño. El titular de Educación, Cultura y Deportes de España, que encaja con deportividad las críticas y varapalos que recibe desde que asumió el Ministerio, reconoce como el mayor de sus errores no haber sabido explicar las debilidades educativas de este país. Este abogado y sociólogo experto en sondeos de opinión y análisis de audiencias, que habla cuatro idiomas, no tiene empacho en afirmar que en numerosas ocasiones hubiese estado mejor callado. Esa es una asignatura pendiente que desconoce si superará algún día. "Tiendo a hablar mucho", se confiesa antes de mostrarse convencido de que a pesar de las dificultades sacará adelante su controvertida Lomce. Wert, un hombre ordenado y caótico al mismo tiempo, alaba la resiliencia del presidente Rajoy. "Quizá su estilo no sea sexy pero es eficaz", sentencia.

-Señor Wert, ¿para qué se considera ordenado y para qué desordenado?

-No soy nada bueno gestionando el orden de las cosas que necesito para trabajar. Pierdo mucho tiempo en buscar papeles que estaba seguro que tenía en un sitio y que no están. Luego, soy bastante ordenado para lo inmaterial y para las cosas como la ropa, la casa o mi aspecto físico.

-¿Es usted de los que cuidan mucho su aspecto físico?

-Intento cuidarme, pero con poco éxito. Me gusta, por ejemplo, hacer ejercicio físico, pero ser ministro es muy limitativo y ahora a lo que me dedico cuando puedo es a caminar. Es difícil ponerse a correr cuando tienes que llevar a dos personas detrás. También me gusta el tenis, nadar y leer.

-¿Qué está leyendo ahora?

-Acabo de terminar Winter Journal, de Paul Auster. No se lo digo en inglés por pedantería sino porque no sé si está traducido al español.

-¿Cuántos idiomas habla?

- Inglés, francés, italiano y portugués. También me defiendo en alemán y hablo también catalán.

-Con todo este bagaje inte- lectual y lo limitativo que dice que es un Ministerio, ¿le merece la pena perder dinero en el cargo para convertirse además en el imán de casi todos los golpes y hasta para que le peguen físicamente como le ocurrió en Valladolid?

-Yo no estoy en el servicio público para ganar dinero, el dinero no es mi primera preocupación en la vida. Por otra parte, a nadie, ganando o perdiendo dinero, le conviene ser el imán de todos los golpes. Yo no soy masoquista, no me gustan los golpes, pero a veces uno está en una posición en la que los recibe.

-¿Cómo encaja usted esos golpes? ¿Alguna vez ha pasado miedo?

-¡Qué le voy a hacer! La verdad es que jamás he pasado miedo. Los ministros tenemos un nivel de protección razonable y el puesto de ministro en estas condiciones no es apto para personas muy impresionables.

-¿Tampoco le preocupa que le llamen ministro de anticultura?

-Eso lo ha dicho Javier Bardem. Yo respondo más a los argumentos que a los insultos y eso me parece más un insulto que un argumento.

-El presidente Rajoy debe de estar encantado de tenerle a usted como pararrayos, ¿no?

-Eso habría que preguntárselo a él, pero le aseguro que golpes aquí hay para todos.

-¿Se considera usted un provocador?

-Si soy un provocador lo soy de forma involuntaria, excepto en alguna ocasión en la que puedo haber perdido el sentido de la mesura.

-¿Pierde usted las formas con frecuencia?

-Me pasa pocas veces. No me gusta la provocación, pero eso no quiere decir que no resulten provocativas algunas de mis afirmaciones y sinceramente lo lamento.

-¿De verdad lo lamenta?

-Cuando uno se enfrenta a un nivel de crítica y de agresión excesivo e injustificado es explicable perder la mesura. Si alguien analizase lo que yo he dicho y lo que se ha dicho de mí creo que vería que hay bastante asimetría.

-Dígame por favor un par de lecciones importantes que haya aprendido en su experiencia como ministro de Educación.

-He descubierto que la teoría y la práctica no van tan de la mano. No quiero ser arrogante, pero probablemente no haya otro miembro del Gobierno que tenga un conocimiento teórico de la política mayor que el mío y tampoco haya un miembro del Gobierno que tenga un conocimiento práctico de la política menor que el mío. El conocer desde una perspectiva teórica y aplicada los mecanismos por ejemplo de formación de la opinión pública no te garantiza que cuando te conviertes en protagonista de esa opinión pública lo hagas de acuerdo al libro. Una vez embarcado en una tarea de esta naturaleza es difícil salir de uno mismo para observarse. Creo que eso se debería hacer de vez en cuando y también tomarse alguna pausa para afrontar mejor esta situación excepcional que estamos viviendo por la duración de la crisis económica.

-¿No sabía usted que existía esa crisis cuando le ofrecieron el Ministerio?

-Era totalmente consciente de esa crisis y menos consciente de la parte personal que me iba a tocar en esa lotería.

-¿Volvería usted a apostar por el mismo boleto?

-Sin dudarlo ni un segundo.

-¿Y qué cambiaría?

-Cambiaría muchísimas cosas, pero en política no hay moviola. Ha habido muchas complicaciones en la preparación de la reforma educativa y ha habido excesiva personalización que no he buscado yo en todo ese proceso. Se ha dificultado mucho la comprensión de esa reforma que busca acabar con una de las debilidades de este país: la proporción insoportablemente grande de jóvenes que salen del sistema educativo sin haber adquirido la menor capacitación académica o profesional. El empeño por mejorar el sistema educativo debería habernos unido a todos, pero se ha contaminado con ataques sin argumento y de carácter personal.

-¿No será que usted se expone demasiado?

-No creo. Yo soy como soy y estoy en una edad de domar poquito. Mi personalidad basal está ya bastante formada y ya será difícil de cambiar. Lo que tendría que haber hecho es reducir mi protagonismo y haber mantenido una actitud más cauta.

-¿Ha cambiado su opinión sobre sus excolegas tertulianos ahora que está en el bando de enfrente?

-Sigo manteniendo la amistad de mis amigos aunque algunos se metan conmigo a veces con mucha dureza. Nunca fui un tertuliano profesional y con el tiempo he llegado a escuchar en tertulias que el haber sido tertuliano me incapacitaba para mi labor ministerial. Lo único que puedo sospechar es que al que decía esto le dolía que no le hubiesen hecho ministro.

-Reconozca por favor el que considere mayor error que ha cometido como ministro.

-Puede dar la impresión de que desarrollaba un estilo muy de confrontación. Ese pudo ser un error de estilo. Yo quería poner de relieve las que consideraba debilidades educativas de este país y no supe hacerlo. Quizá lancé también alguna expresión imprudente. Ya sabe usted que el que mucho habla mucho yerra y yo tiendo a hablar mucho.

-¿Se arrepiente usted del españolizar a los catalanes?

-Me cuesta arrepentirme de algo que no dije. Fue la consejera de Educación catalana la que dijo que se estaba intentando españolizar a los catalanes y un diputado del PSC me hizo una pregunta utilizando esa expresión. Lo que yo le contesté fue: 'Si lo que quiere decir españolizar a los niños catalanes es que se sientan tan orgullosos de su identidad catalana como de su identidad española entonces sí'. Yo no desenfundé primero y del concepto de vivir sin conflicto esa doble identidad en absoluto me arrepiento. Mis colegas del Reino Unido y de Francia no entendían nada cuando se produjo este escándalo. No comprendían que se hubiese formado semejante alboroto por hablar en España de españolizar a los niños.

-¿Cuál cree que ha sido su mayor acierto?

-Acierto personal no tengo que subrayar ninguno, pero creo que ha habido un esfuerzo, trabajo y dedicación extraordinarios de mi equipo para tratar de sacar adelante la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce).

-Con tanta crítica, ¿se ha planteado arrojar la toalla?

-No. Yo la toalla la doblo siempre con mucho cuidado al salir de la ducha.

-¿No la tira ya con desorden?

-No, no. Ahora la doblo y con mucho cuidado.

-Defíname por favor al presidente Rajoy, gran amigo suyo, de quien la gente no sabe si sube o si baja. ¿Cuál es su gran mérito?

-El mayor mérito del estilo político de Rajoy está en su sentido común y en la previsibilidad. Rajoy quizá no tenga un estilo sexy pero es muy eficaz. Es un hombre con una forma de actuar muy determinada, muy constante, y con eso que ahora se llama resiliencia. Lo demostró en los peores momentos de la crisis, cuando no eran pocos los que le pedían que solicitase el rescate. No lo hizo y salvo que no se quieran ver, ahí están los frutos de la recuperación económica. Ha sabido mantener el rumbo, nunca se ha dejado desanimar.

-¿Quiere decir que ya pasó la crisis?

-No, nos queda mucho para salir de la crisis porque esta es una crisis de la gente y no sólo de macroeconomía. Rajoy ha tenido las ideas claras, ha sido previsible y no se ha dejado arrastrar por las críticas. Cuando aquí se habla de recortes sería útil compararlos con los que han sufrido los países que fueron objeto del rescate.

-Pues no fueron pocos los que le pedían a Rajoy que solicitase el rescate.

-Sí y deberían explicar ahora por qué lo pedían y por qué lo hacían con tanta unanimidad. Nosotros hemos adoptado decisiones muy impopulares y hemos tenido que apechugar con esas decisiones.

-¿Observa acaso usted un cambio de actitud de algunos periódicos nacionales sobre la gestión del Gobierno de Rajoy?

-Es evidente que cada vez se reconoce más la condición acertada del rumbo económico que adoptó el presidente cuando se negó a pedir el rescate.