Los obispos elegirán la semana próxima nuevo presidente, que sucederá al arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, con retos como atenuar la indiferencia religiosa de la sociedad y aumentar las vocaciones o acercarse a los que más sufren la crisis, según apuntan teólogos consultados por Efe.

La asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal (CEE) se reunirá a partir del martes para renovar, como cada tres años, todos los cargos, excepto el secretario general (cada cinco).

El cardenal Rouco no podrá ser reelegido pues ha consumido los dos mandatos consecutivos de tres años que permiten los estatutos; anteriormente fue presidente entre 1999 y 2005.

A pesar de que tres cuartas partes de la población española se considera católica, la cultura de reducir lo religioso a la vida privada es un "desafío constante" para los pastores católicos, según incide el vicedecano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, César Izquierdo.

Constata una indiferencia religiosa de los propios bautizados, de "gente muy alejada de la Iglesia", para evocar así lo que el papa Francisco dijo a los obispos españoles en la visita reciente que le hicieron ad limina.

Lo ve de forma diferente Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III.

El desafío más importante e "ineludible", según este teólogo, es dar prioridad a los sectores más vulnerables en una situación de crisis económica y ética (corrupción), pues la jerarquía católica ha mostrado "muy poca sensibilidad o ninguna" con ellos.

Asegura Tamayo que la Iglesia católica es la "única" institución que no está sufriendo la crisis porque no ha soportado "ningún recorte". Es muy difícil que, en una "situación de privilegio", una organización se solidarice con los marginados, agrega.

Para Tamayo, el problema de fondo no es la "sangría de creyentes", sino las razones. Se debe, opina, a un "distanciamiento de la jerarquía de los sectores populares, a un planteamiento dogmático de la doctrina, a una concepción muy autoritaria del poder, a una falta de democracia" sin ningún cauce para escuchar la voz de los creyentes.

Pero el "escándalo más clamoroso" es la "exclusión" de las mujeres de los puestos de responsabilidad y de decisión en cuestiones teológicas y morales.