Durante su alocución a los obispos españoles que acudieron a Roma en visita ad limina apostolorum, el papa Francisco expresó cierta idea en parte enigmática: "Es importante que el obispo sea consciente de que también la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios". Por un lado, la afirmación es obvia: la Iglesia reconoce el sensus fidei, el sentido de la fe de todo católico. Sin embargo, dicho así, a los obispos, y particularmente a algunos de los españoles, podría ser un recordatorio de que sus fieles tienen memoria, entendimiento y voluntad -que son las potencias del alma-, y en grado suficiente para no permanecer en una minoría de edad de la fe, deficiencia que comúnmente se le ha atribuido a la Iglesia española de los últimos lustros.

Dicho de otro modo, tras la etapa de Tarancón o de Díaz Merchán, la Iglesia de España giró hacia un reforzamiento del papel de los obispos, lo cual significó, a la hora de los nombramientos episcopales, un predominio de los criterios romanos por encima de los anhelos de las comunidades. Consecuencia de ello es que la imagen de un obispo lejano a su pueblo no ha sido infrecuente en algunas diócesis españolas. Pero precisamente la ruptura de ese tipo de presencia episcopal ha sido una de las grandes señales del primer año de pontificado de Francisco. Pastores que huelan a oveja, y no a queroseno de aeropuerto o a despacho de aduana, ha insistido Bergoglio en varias ocasiones.

Pues bien, la Iglesia española encara dos grandes sucesos episcopales en las próximas fechas. Primero, esta semana, la elección del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), y segundo, al cabo de un tiempo, el nombramiento por parte del Papa de los arzobispos de Madrid y Barcelona.

Puede que Francisco, durante la referida visita ad limina, haya dedicado también momentos a olfatear, en vivo y en directo, esas "cosas de Dios" llamadas obispos. Ciertamente, sobre algunos de los españoles ya había recibido numerosas informaciones y con varios de ellos se había visto en otras ocasiones. Pero durante la visita hubo ciertas señales de algunos de los promovibles a cosas mayores. Por ejemplo, la agencia AVAN, del arzobispado de Valencia, contó cómo a Carlos Osoro, le dijo el Papa: "Le he puesto un nombre para usted, Don Carlos: el peregrino". El propio Osoro explicó que había entendido que el Papa "se refería a las tres diócesis por las que he pasado como obispo (Ourense, Oviedo y, ahora, Valencia), y le dije, que es verdad, Santo Padre, y en todas me he encontrado muy a gusto y ahora, ciertamente, estoy a gustísimo", a lo que el Papa replicó: "No, no es por eso, es porque leo Paraula (el semanario de la diócesis de Valencia), y le veo a usted día a día recorriendo toda la diócesis".

Otro testimonio directo de un obispo fue el de Jesús Sanz Montes, titular de Oviedo, que relató cómo "le hice una pregunta al Papa: ¿cómo hacer para llevar el Evangelio de la alegría siendo hijos de Dios, hijos de la Iglesia e hijos de nuestro tiempo?", una cuestión de resonancias franciscanas planteada por un obispo franciscano a un Papa que se llama Francisco. Como es obvio, Bergoglio respondió cumplidamente, ya que entre papas y obispos se verifica el dicho de que "así se las ponían a Fernando VII" (las carambolas del billar).

Quede bien entendido que entre los obispos también los hay tímidos o extrovertidos, reservados o locuaces, satisfechos o aspirantes, etcétera, pero estas dos escenas aquí recogidas corresponden particularmente a dos nombres, Osoro y Sanz, que desde hace años suenan como sucesores de Rouco en Madrid, aunque el cardenal gallego parece señalar ahora mismo a los arzobispos de Sevilla y Toledo, Asenjo y Braulio Rodríguez, respectivamente. También se ha sumando a las quinielas el cardenal Cañizares, actualmente en Roma, aunque su nombramiento en Madrid supondría cierto disgusto para Rouco Varela.

Hay también indicios de que unos aspirantes se mueven más que otros. Por ejemplo, el portal de internet PR ha publicado que Osoro le ha prometido la presidencia de la Cope -la radio de la CEE- a Ernesto Sáenz de Buruaga, conductor del programa Las Mañanas, y que, a la recíproca, Buruaga habla a favor de Osoro. La Cope ha sido el gran quebradero de cabeza de la CEE, pero hay quienes no temen romperse un poco más el cráneo.

Y respecto a las elecciones de esta semana en la CEE, el titular de Valladolid, Ricardo Blázquez, obispo tímido y apreciado, ha manifestado que estaría "encantado" de asumir el cargo, que ya ocupó hace años. Blázquez no es de los que se postula para nada, y sus palabras respondían a la pregunta de un periodista, ya que su nombre es de los mejor posicionados.

En cualquier caso, la elección en la CEE vendrá a ser la antesala de la designación para Madrid (ya que en Barcelona funcionan criterios particulares, lingüísticos y parcialmente nacionalistas). En ambos casos existe la expectación de que el designado reproduzca en España el "efecto Francisco", aunque un calco de Bergoglio es imposible. Sin embargo, la inspiración del Papa suele ser muy influyente en estas situaciones. Es más, el nombramiento de Madrid pondrá a prueba a Francisco, del que se espera que tenga olfato para esas "cosas de Dios" llamadas obispos.