Ricardo Blázquez Pérez, el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), es discreto, casi tímido, y todo cuanto hace carece de estridencias o de afán de notoriedad. Cuando fue el último obispo apellidado Pérez al que Roma nombró como mitrado de Bilbao -y Arzalluz, exjesuita, lo recibió con la desgana de llamarlo "un tal Blázquez"-, el abulense prometió que se incardinaría entre los vascos hasta el punto extremo de aprender euskera, una lengua endiablada si no se ha mamado desde la cuna. Pues bien, el segundo rejón se lo proporcionó Anasagasti: "Loro viejo no aprende a hablar". Sin embargo, Blázquez Pérez lo aprendió con corrección y mejorando, incluso, el nivel medio de los vascos que lo estudian en la edad adulta y que generalmente se desesperan. Y, en efecto, no se dijo una palabra más acerca del silencioso Blázquez, cuyo pastoreo en Bilbao gozó de la general satisfacción. Lo mismo le está sucediendo en Valladolid, donde sólo ha trascendido -por la indiscreción de un periodista que rompió el off the record- que hace dos años se preguntó si la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, casada por lo civil, era la persona adecuada para el pregón de la Semana Santa en la catedral vallisoletana. Pero la cuestión fue de tan baja intensidad que Blázquez asistió al pregón, es decir, no se creció en la polémica.

Hay también un modo de ser y de proceder en este obispo -del que se puede afirmar que es bueno en el buen sentido de la palabra-, que ha evitado la confusión con sus padres e hijos episcopales. Rouco lo hizo obispo auxiliar de Santiago, y Martínez Camino fue secretario de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la CEE cuando Blázquez era su director. La amistad y el vínculo entre ambos eran tales que cuando en 2002 Camino se retiró un año a La Trapa de Dueñas para meditar su futuro en la Compañía de Jesús -Rouco le iba a salvar de los Jesuitas haciéndole secretario general de la CEE en 2003-, Blázquez lo visitaba asiduamente. Tiempo atrás, Martínez Camino había dedicado su tesis doctoral al mismo teólogo protestante que Blázquez, Wolfhart Pannenberg.

El ahora presidente de la CEE fue miembro (1988-1993) y presidente (1993-2003) de la Doctrina de la Fe de los obispos españoles durante 15 años, y en ellos se publicaron importantes documentos, varios de ellos doctrinales y admonitorios. Por ejemplo, Nota sobre el libro de Juan José Tamayo Acosta, Dios y Jesús (2000): o Nota doctrinal sobre el libro Rehacer la vida religiosa. Una mirada al futuro, de Diarmuid O'Murchu (2002); o Nota sobre la enseñanza de la moral (1997). Pero lo más sonado de todo ello fue la Declaración sobre algunos escritos de Marciano Vidal (2003), profesor de Moral de la Universidad de Comillas, de la Compañía de Jesús.

Vidal fue obligado a rectificar varios de sus postulados y los Jesuitas de Comillas emitieron un comunicado de solidaridad hacía él, pero en ningún momento dirigieron a Ricardo Blázquez el reproche tácito que, en cambio, sí insinuaban en privado acerca de Martínez Camino.

No es fácil trazar un paralelo entre el estilo pastoral del papa Francisco y Ricardo Blázquez. De hecho, nada tiene que ver el Papado con la presidencia de una conferencia episcopal. Lo que sí es seguro es que Blázquez no ahuyentará a nadie.