"Diderot decía que el teatro era instruir deleitando", recordaba ayer el director del Centro Dramático Galego, Manuel Guede, al término de la primera función para escolares -con alumnos de la ESO y Bachillerato de Arzúa y Maside- que se ofreció del nuevo montaje, Longa viaxe cara á noite, en el Salón Teatro de Santiago.

El manifiesto que se leerá hoy en la gala de los María Casares, a cargo del periodista Camilo Franco, ahondará también en mirar al espejo del teatro "y aprender".

La pieza del dramaturgo norteamericano Eugene O´Neil se presta al mostrar las miserias internas de una familia desestructurada, arruinada emocionalmente por las adicciones de cada miembro, padres e hijos. Sobre la posibilidad de los jóvenes de aprender de esta historia, el actor Alberto Rolán -que interpreta al hijo pequeño, enfermo de tuberculosis en unos tiempos de difícil cura y alcohólico- explicaba ayer a este diario que "ellos (los jóvenes) tiene que ser su propio séptimo de caballería. Una vez vista la obra, que trata sobre las drogas, los chicos tienen que ser sus propios salvadores".

El veterano Gonzalo Uriarte agregó que si bien "esta obra muestra un hogar desestructurado, en buena parte, por las adicciones hay otros componentes. En el caso de mi personaje -el padre de familia- tuvo una infancia difícil, en la que tuvo que superarse a sí mismo, lo que tiene sus consecuencias". En el caso de su James, alcoholismo funcional.

Ahondando en los "otros componentes", Marcos Viéitez recordó cómo, en la pieza, dirigida por Guede, "hay discursos del padre en los que echa en caro al hijo mayor lo que hizo por él. Eso, a veces, a los chavales les sirve de excusa para rebelarse y hacer lo contrario. A los padres, les parece que con eso todo está solucionado, con tal de comprar unos libros, comprar esto o aquello. El padre consigue lo contrario, y se va perdiendo esa cultura del esfuerzo. Los chicos tienen que ser conscientes de que son ellos los que deben empezar a pensar en su futuro", en alusión a la deriva de los hermanos de la obra que se sienten fracasados, sin ánimo de progresar pero culpabilizando al resto de su ruina.

Por su parte, Luisa Merelas -la madre- puntualizó que "si la función provoca una emoción, invita a una reflexión". Por último, Guede consideró que esto último está servido. "Pregunté a un grupo de escolares quién había llorado y varias levantaron la mano. Eso significa que les ha emocionado", que les ha instruido vitalmente.