Belén es profesora de 6º de Primaria y acaba de recibir la noticia de que uno de sus alumnos padece leucemia. ¿Qué decir? ¿Cómo ayudar al niño? ¿Cómo preparar a los compañeros para esta situación? ¿Cómo explicarles los cambios físicos que pueden aparecer por los tratamientos? ¿Cómo actuar con los padres del pequeño enfermo y con los del resto de los alumnos? Para ayudar a dar respuesta a todas estas cuestiones, la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en A Coruña ultima la puesta en marcha de un proyecto, pionero a nivel nacional, de asesoramiento a docentes ante este tipo de situaciones.

"Nuestra intención es impartir unos talleres a los profesores para que tengan unas pautas y se sientan más cómodos, ya que a veces, ante una situación de ese tipo, que altera por completo la rutina del aula, se encuentran sin saber muy bien cómo actuar. Lo que queremos es orientarles sobre cómo acompañar de la mejor manera posible al niño que padece la enfermedad -o que la vive en su entorno más próximo-, y también a sus compañeros de clase, en las distintas fases del proceso (diagnóstico, tratamiento, reincorporación a las clases...) para evitar que se produzca un sufrimiento mayor", apunta Palmira Ric, psicóloga de la Junta Provincial de la AECC en A Coruña e impulsora de este programa, que se prevé comience a funcionar el próximo curso. "Estamos pendientes de hablar con la Consellería de Educación, pero nos gustaría empezar a impartir los talleres después del verano", apunta, y remarca: "Será un servicio gratuito, abierto a todos los docentes y centros educativos que nos lo demanden".

La idea de poner en marcha este programa pionero - "aunque hay material editado específico para docentes, no tenemos constancia de que se esté realizando ninguna iniciativa parecida en ningún otro punto de España", remarca Palmira Ric- parte de "las dudas y los temores que surgen en los padres" a la hora de comunicar en los colegios de sus hijos la situación. A este respecto, la psicóloga de la AECC en A Coruña insiste en que tanto en los momentos iniciales, como en los demás contactos que los docentes puedan mantener con las familias de los niños, es "absolutamente necesario" respetar la voluntad de las familias en cuanto a la cantidad de información que quieren ofrecer o el tratamiento que quieren darle a esa información.

Una vez superado el impacto emocional inicial, es el momento de hablar con el resto de alumnos sobre la enfermedad de su compañero. "La cantidad de información que se debe dar así como la forma de presentarla dependerá de la edad y de la madurez de los pequeños", señala Palmira Ric, quien recalca la importancia de "estar atento" para detectar posibles actitudes y comportamientos negativos que puedan desatarse por parte de los compañeros, y resolverlos lo antes posible. "Conviene estar vigilantes por si, por ejemplo, se generase cierto tipo de rivalidad en el aula, al pensar algún compañero que pueda haber preferencia por el alumno enfermo, y que este se pueda sentir aislado", indica la experta. También es posible que, como consecuencia de la enfermedad y el tratamiento, se hayan generado déficits de aprendizaje y necesidades educativas especiales. "Es importante que los docentes estén alerta, ya que estas dificultades pueden producir frustración en el niño, al verse incapaz de responder ante las demandas académicas", apunta Palmira Ric.

La psicóloga de la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en A Coruña, Palmira Ric, asegura que los niños "necesitan saber qué está pasando" cuando a algún familiar cercano le diagnostican un cáncer. "Aunque parezca contradictorio, esa información les tranquilizará, ya que dejarán de sentirse culpables de la nueva situación que están viviendo", sostiene Ric, quien reconoce, no obstante, que las explicaciones que se den a los pequeños han de ser siempre "adaptadas a su edad".

"Hablar del cáncer con los niños es fundamental, ya que si se les oculta lo que pasa, pueden sentirse aislados, excluidos de la unidad familiar", sostiene Palmira Ric, quien recomienda ofrecer a los pequeños de la casa una información básica "sien entrar en detalles pormenorizados, que puedan abrumarles", además de explicarles para qué sirven los tratamientos que se van a seguir y qué cambios se pueden producir en la vida familiar como consecuencia de la enfermedad. "Hay que proporcionarles una explicación sencilla, adaptada su edad, pero siempre veraz", insiste la experta.

El momento idóneo para comunicar a los niños la noticia es "desde que se obtiene el diagnóstico". "Hay que hablar con ellos lo más pronto posible. Si la familia mantienen la enfermedad en secreto, y los pequeños perciben que está pasando algo, pueden llegar a sentirse culpables de la situación", destaca la psicóloga de la AECC en A Coruña. Permitir que los pequeños expresen sus sentimientos y los miedos relacionados con la enfermedad resulta, también, fundamental. "Es completamente normal que, ante una situación como esa, los niños sientan rabia, miedo, que lloren... Los padres no deben alarmarse por esto. Peor sería que se les viera tristes, pero no reaccionaran... El llanto alivia el estrés", subraya Palmira Ric, y remarca: "No se puede tratar de imponer a todos los pacientes mensajes del tipo 'hay que tener siempre una actitud positiva', porque esta dependerá de las circunstancias personales de cada uno de ellos. Pues con los niños, ocurre lo mismo: hay que animarles a exteriorizar sus sentimientos", señala.

La psicóloga de la Junta Provincial de la AECC en A Coruña asegura que los adultos tampoco deben tener miedo a reconocer "que no tienen todas las respuestas" sobre lo que va a suceder. "Durante todo el proceso -y no solo después del diagnóstico-, los niños van a plantear dudas. Los adultos podrán resolver algunas de ellas, pero otras no, y tienen que ser capaces de reconocerlo. Cuando los pequeños les hagan alguna pregunta sobre la enfermedad que no sepan responder, lo ideal es que les contesten algo así como 'no lo sé, pero se lo preguntaré al médico y a ver qué me dice él", indica esta especialista, quien insiste en que "una cosa es proteger a los niños y otra es convertirlos en personas inmaduras y fuera de toda realidad". "Muchas veces los miedos de los padres frenan el crecimiento emocional de sus hijos", remarca, y añade: "Hay que enseñar a los niños a vivir; prepararlos para que, en la edad adulta, sepan gestionar y hacer frente a las adversidades", concluye.