La comunidad de vecinos de un bloque de apartamentos en el barrio londinense de Southwark colocó púas -dieciséis- de dos centímetros en una esquina muerta del soportal para obligar a la persona sin hogar que dormía allí a buscarse otro emplazamiento. Un usuario de Twitter subió la fotografía de estos pinchos a la red social, a la que se no tardaron en sumarse otras muchas de intervenciones similares en todo el mundo.

Xosé Luis Martínez, profesor del área de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de A Coruña, asegura que las intervenciones más o menos disimuladas para disuadir de los usos de los espacios públicos no es nada nuevo y que las grandes metrópolis son cada vez más incómodas para sus propios ciudadanos.

-Las púas colocadas por esta comunidad de vecinos, ¿es algo anecdótico o es una tendencia?

-Me temo que en las grandes metrópolis estas prácticas están al orden del día. Aquí en Galicia de momento, al ser ciudades pequeñas, no ha llegado esa violencia urbanística. Aquí aún tenemos ciudades donde los niños pueden jugar en la calle. Sin embargo, hay síntomas de que estas prácticas están emergiendo: soportales que son de uso público que se están cerrando. Incluso en las formas de un crecimiento urbano desarrollado por los operadores inmobiliarios y con la participación cómplice de las administraciones públicas nos conduce a construcciones de guetos de clase. La administración pública, de una forma sistemática, prioriza determinadas áreas y zonas en las que, con cargo a fondos públicos, se llevan a cabo iniciativas que lejos de igualar y homogeneizar el "derecho a la ciudad", tienen como objetivo desplazar determinados comportamientos a otros ámbitos en los que reina la marginación y donde la marginalidad es la moneda común.

-¿Por qué?

-Estamos entrando en una cultura del miedo. Lo vemos en los medios todos los días, poniendo el foco en el tema de la seguridad.

-¿Qué panorama de las ciudades dibujan estas actitudes?

-Este tipo de actuaciones no dejan de ser una agresión. Se pueden inventar formas sutiles de exclusión: verjas, vallas, cierre de bajos y también a través del diseño, mientras no atendemos a las causas que generan esa pobreza.