La costura española viste hoy de negro. Manuel Pertegaz Ibáñez (Olba, Teruel 1917), junto a Pedro Rodríguez y Cristóbal Balenciaga, máximo representante de la alta costura española del siglo XX, ya no hará más desfiles. En la madrugada de ayer falleció en Barcelona. De apariencia frágil y voluntad férrea, el aragonés de corazón catalán hizo fácil lo difícil y triunfó en el mundo cuando España permanecía encerrada en un cascarón de convencionalismos.

Fue capaz de decir un no rotundo a la Casa Dior, en 1957, cuando el fundador murió de un fulminante ataque cardíaco. Prefirió quedarse en España, primero entre Madrid y Barcelona, y a partir de 1978 asentado en la ciudad condal, enhebrando la aguja para aristócratas y burguesas que acudían al taller del 490 de la Diagonal como quien peregrina a Lourdes. Entre ellas Bibis Salisachs, esposa de Juan Antonio Samaranch, una de sus mejores embajadoras mundiales. Si alguien representó la esencia Pertegaz fue aquella barcelonesa huesuda y elegante, con el cuerpo perfecto para lucir los requiebros del costurero español empeñado en imprimir magia a un simple traje chaqueta.

Cocó Chanel se rindió a su talento cuando le conoció en Madrid. También cortó trajes a celebridades internacionales como Jackie Kennedy y Ava Gardner. Las damas españolas le adoraban: preciso con el corte, fino con la aguja y exquisito, como Dior o Balenciaga, pero sin necesidad de viajar a París. Y esa faceta explotada por Don Manuel hasta el fin de sus días fue la que le dio fama y prestigio.

Al valor de la marca contribuyó un fino olfato comercial que le llevó en los setenta a vender perfumes, zapatos, bolsos y hasta toallas. Todo lo hizo con mimo en los detalles y buen gusto hasta el extremo, cualidades que tanto se echan de menos en la industria española, a punto de enfrentar en Madrid una nueva semana de la Moda (anteriormente Pasarela Cibeles), con la desgana y el continuismo como tónica general. Pertegaz era otra cosa. Vistió a Letizia de reina cuando aún no era princesa. Quien diga que aquel traje de novia, auténtico monumento en seda, fue su obra cumbre, desconoce la obra del maestro. Más bien fue el velado mensaje del genio a los que, con poca humildad, intentaron arrinconarle.

El caso es que el talento habló en 2004 cuando la novia entró regia en la catedral de la Almudena. Luego, la aguja de Pertegaz enmudeció, discretamente, fiel a su estilo. El pasado mes de julio la reina lució en París un Felipe Varela, bordado con espigas y flores de lis que recordaban a las que Pertegaz puso en su atuendo nupcial. Rindió, queriéndolo o no, un último homenaje al hombre que ya va para siempre prendido con alfileres de plata a la leyenda de la moda universal.