La vida de Eugenio Leira (Ferrol, 1950), trabajador de Bazán, dio un vuelco cuando en un control rutinario de los que realizaba anualmente su empresa le detectaron un nivel alto de transaminasas. En un primer momento, "tampoco le dieron especial importancia", señala, pero los niveles fueron subiendo y la historia acabó en un cáncer que solo encontró un regular final feliz con un trasplante de hígado en 2006. Porque la enfermedad, la hepatitis C, volvió a reproducirse y acabó afectando también al nuevo órgano.

En la actualidad, este ferrolano, que cree que su patología puede deberse a alguna donación, aún se recupera de las secuelas de su segundo trasplante de hígado, en mayo de este mismo año. Trasplante que cree que podría haber evitado el tratamiento con sofosbuvir, el fármaco que, según el Ministerio de Sanidad, se incluirá próximamente en la financiación pública tras un acuerdo con el fabricante. "Si me hubieran dado ese medicamento, habría evitado este segundo trasplante", opina. Porque Leira ya lo había pedido. Explica que los facultativos que lo trataban, tras intentar sin éxito abordar su patología con interferón, solicitaron el sofosbuvir para uso compasivo, una vía que permite autorizar su empleo aunque el medicamento no esté comercializado en el país. En enero, cuenta, la solicitud llegó "aprobada", pero no el medicamento. En marzo, Leira presentó una reclamación. "Hice un escrito a la Xunta que aún no me contestaron hoy", explica. "Y yo espera que espera por el medicamento, pero ya no pude esperar más", añade.

Hubo que trasplantar el órgano de nuevo y esta vez "se complicó bastante" porque fue necesario intervenir más veces dado que la patología del hígado está afectando a otros órganos. "Todavía no me he recuperado hoy", señala. Han pasado cinco meses en los que no consigue "hacer nada" por toda la masa muscular perdida tras su larga convalecencia en cuidados intensivos. Ni siquiera ir por el sindicato, CC OO, donde echa una mano a los pensionistas. Dar un simple paseo le cuesta porque se cansa "enseguida". "Miro la tele, salgo a comprar el periódico y, a lo mejor, doy una vuelta de diez minutos hasta el muelle, voy y vengo, porque es un sitio llano", explica. Solo va más lejos cuando lo llevan.

Lo que ahora espera Leira es que gracias a las buenas noticias anunciadas por el Gobierno central la historia no vuelva a repetirse y, en el caso de que el virus ataque de nuevo al órgano que recibió en mayo, le "dejen" tratarse con el nuevo medicamento, que garantiza curaciones en el 90 por ciento de los casos. Porque está convencido de que, pese a que el nuevo trasplante va de momento bien, al final el hígado se va a ver afectado otra vez. "Volverá siempre", insiste.

Por eso, su "esperanza", y la de muchos otros, se concentra en el sofosbuvir. "Una vez que hay un medicamento que es eficiente, deberían darlo", asegura. "Porque lo único que nos queda es o el trasplante o el tratamiento", alega, "y el transplante lo que te da es un plazo de unos años si el virus va despacio, porque puede afectar con lentitud o ser más agresivo". Además, afirma, el trasplante es "más caro".

Leira siente gran "alegría" al saber que por fin el fármaco se comercializará. Alegría, "sobre todo", dice, "por las familias". "Porque la familia y tus conocidos ven cómo te vas achicando y tienen que estar allí día y noche y eso acaba con ellos", explica. "Es la única esperanza que tenemos", proclama.

Desde la Asociación Gallega de Trasplantes Airiños, su presidente, Abelardo Sánchez, señala que su organización está "un poco a la expectativa" para ver cómo se desarrolla el proceso. "Habrá que ver en qué condiciones, para quién y cuándo empieza a suministrarse en las autonomías, que son las que tienen las competencias". "Entiendo que se prueben antes otras terapias, pero si esta es la única solución, hay que darla", defiende.