El juicio por el robo del Códice Calixtino de la catedral de Santiago -que se registró en julio de 2011- se celebrará antes de Navidad, en concreto de los días 1 al 19 de diciembre. Más de sesenta testigos y tres peritos, además de los tres imputados -el electricista Manuel Fernández Castiñeiras, autor confeso del robo, su mujer, Remedios Nieto, y su hijo, Jesús Fernández- están llamados a prestar su testimonio en esta causa.

El Ministerio fiscal acusa a Fernández Castiñeiras de ser autor de un delito continuado de robo con fuerza, un delito contra la intimidad, otro de robo con fuerza y un delito de blanqueo de capitales, por los que pide que sea condenado a 15 años de prisión y la imposición de una multa de 300.000 euros. Para los otros dos imputados solicita un año y medio de prisión y multa de 300.000 euros como autores de un delito de blanqueo de capitales o, alternativamente, seis meses de prisión si se les considera culpables de un delito de receptación.

En cuanto a la responsabilidad civil, solicita el Ministerio público que el principal acusado indemnice a la catedral de Santiago, donde prestó sus servicios como autónomo durante años, con más de dos millones de euros.

El Códice Calixtino podría convertirse a este paso en un atractivo icono, como La Gioconda, el diamante Hope o el libro de Kells, robados y posteriormente recuperados. Con 925 folios, del siglo XII, con cinco partes y cuya autoría es atribuida al papa Calixto, apareció el Códice Calixtino un año más tarde de su falta envuelto en papel de periódico, dentro de varias bolsas de plástico y aparentemente en buen estado.

El más valioso documento de la catedral compostelana, que trata de explicar la leyenda sobre la supuesta aparición en tierras gallegas del sepulcro del Apóstol, decapitado en Jerusalén, fue raptado el 5 de julio de 2011 de la cámara blindada del archivo, donde permanecía guardado. La desaparición del manuscrito, una joya del patrimonio artístico de incalculable valor histórico, abrió desde el minuto uno una serie de interrogantes sobre la falta de suficientes medidas de seguridad y hasta especulaciones acerca de la posibilidad de que hubiera sido un saqueo por parte de expertos, tal vez por encargo de algún misterioso coleccionista.

El Códice contiene un texto litúrgico influenciado por la hermandad de Cluny, la fábula sobre la traslación de los restos del Apóstol tras ser decapitado por orden del rey Herodes, la narración sobre el viaje de Carlomagno a Compostela, una guía para el peregrino sobre el Camino francés y un apéndice con cantos litúrgicos polifónicos.

La ausencia del documento sembró desde el inicio una serie de rumores relacionados con las sospechas de que el robo fuese perpetrado por alguien que conocía bien la catedral, y hasta conjeturas sobre supuestas desavenencias internas en el seno de la Iglesia católica. Pero el hallazgo de otras joyas de la Catedral en posesión del presunto autor material del robo del Códice puso fin a los chismes y hasta chistes sobre la desaparición, aunque podría desatar más interrogantes sobre la precaria custodia de esos bienes patrimoniales de gran interés histórico.

El entonces deán de la catedral, José María Díaz, se vio forzado a dimitir de su cargo de responsable del archivo catedralicio después de que algunos medios de comunicación divulgaran que las llaves de la sala en la que se conservaba el manuscrito estaban en la cerradura.

El electricista acusado de sustraer el Códice Calixtino, tras un cuarto de siglo trabajando para la catedral, deberá explicar ahora las circunstancias y las razones de la aparición en su garaje de esa y otras joyas, así como de dinero en efectivo. También algunos miembros de su familia, que son considerados cómplices deberán comparecer ante el tribunal.