"No sé si supe decirte lo que te quise, te quiero y te querré". La corona de rosas negras con el último mensaje de amor de un desconsolado Alfonso Díez a Cayetana Fitz-James Stuart puso un nudo en la garganta a muchos de los que desfilaron por la capilla ardiente de la duquesa de Alba en el Salón Colón del Ayuntamiento de Sevilla. La mujer más noble del mundo por sus títulos, falleció ayer alrededor de las nueve y media de la mañana a los 88 años, rodeada de sus hijos y su tercer marido. El martes por la noche una ambulancia la había llevado desde la clínica en la que había sido ingresada el pasado domingo por una neumonía y una arritmia cardíaca hasta el Palacio sevillano de las Dueñas, respetando así el último deseo de una mujer luchadora y libre que eligió como epitafio una frase concluyente: Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió.

Más de 80.000 personas desfilaron hasta las once de la noche ante el féretro de una mujer irrepetible que jugaba de niña con la reina de Inglaterra y que era capaz de arrancarse por sevillanas con un grupo de reclusas o de bailar en mitad de la calle, como hizo frente el día de su boda con Alfonso Díez. El viudo y exfuncionario era ayer la viva imagen de la desolación, junto a los seis hijos y nueve nietos de la duquesa, que en muchos momentos no contuvieron las lágrimas.

La capilla ardiente volverá a abrirse hoy de 09.00 a 11.30, antes de que se inicie el traslado a la Catedral para el funeral, que tendrá lugar a las 12.00. El cadáver de la duquesa será incinerado y parte de sus cenizas serán depositadas en una capilla lateral de la iglesia de los Gitanos, junto a su venerado Cristo, ubicada en la calle Verónica, cerca del palacio de Las Dueñas; y el resto en el panteón familiar en el Monasterio de la Inmaculada Concepción, perteneciente a la orden de las Dominicas Recoletas, en Loeches (Madrid).

El féretro de la duquesa fue colocado delante de un crucifijo, flanqueado por dos grandes cuadros con las imágenes de Nuestro Señor de la Salud y de la Virgen de las Angustias, titulares de la Hermandad de los Gitanos, que sale en procesión la Madrugá del Viernes Santo. El mismo está envuelto en una bandera de España y el pabellón de la Casa de Alba.

El viudo de la duquesa, Alfonso Díez, y los seis hijos, Carlos (nuevo duque de Alba por ser el primogénito), Alfonso, Fernando, Jacobo, Cayetano y Eugenia, todos los cuales se encontraban desde el miércoles en Sevilla junto a su madre, acompañaron desde el palacio hasta el Ayuntamiento el féretro, que al llegar a la puerta fue portado por los nietos de la aristócrata. El reparto de la herencia, valorada en unos 3.000 millones de euros, no traerá problemas pues ya está firmada ante notario. Su esposo, de 64 años y que inició la relación con ella en 2008, firmó en febrero de 2011 sus capitulaciones matrimoniales, quince cláusulas por las que renunciaba a "cualquier título, derecho u honores que le pudiera corresponder fruto de su matrimonio". La infanta Elena asistirá hoy al funeral en representación del Rey. Don Felipe telefoneó por la mañana al viudo y conversó también con el hijo mayor. Además, tanto don Felipe y la reina Letizia como don Juan Carlos y doña Sofía enviaron coronas de flores para la capilla ardiente.

Tello, íntima amiga de Cayetana, dijo que ésta "no era consciente" de que su vida se terminaba y que, en sus últimas horas de vida, estaba "dormida, pero sin sufrir nada". Destacó que la duquesa era una persona "muy luchadora" y que el pasado lunes, cuando la visitó en la clínica Quirón Sagrado Corazón "se quería levantar e irse a su casa. Cuando llegó a su casa, fue cuando se quedó tranquila y se quedó ya dormida".

Para Tello fue una "suerte" la aparición de Alfonso Díez en la vida de la duquesa, que pidió a sus amigos que cuidaran de su marido si ella faltaba.

Ayer, cuando regresó al palacio de Dueñas el doctor Miguel Ángel Muniain para confirmar el fallecimiento de la duquesa, Díez no pudo aguantar más el dolor, se fundió en un emocionado abrazo con el doctor de cabecera durante más de veinte años de su esposa murmuró un desgarrador "que va a ser de mí, que va a ser de mí".

Por la capilla ardientes pasaron también la empresaria Alicia Koplowitz, el diseñador Toni Benítez, Victorio&Luchino, a los que la duquesa había encargado recientemente dos vestidos, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y el torero Espartaco.

Muchos balcones del centro de Sevilla lucen crespones y banderas de España. En el Ayuntamiento las banderas ondean a media asta y ha sido decretado un día de luto. Aunque parezca mentira, la ciudad de la alegría se ha sumido en la tristeza. Sevilla pasó la noche en la calle para despedir a una de sus vecinas más queridas y sin duda, a la más popular de todas. Al cierre de esta edición, LA OPINIÓN pudo comprobar en directo que aún quedaba gente ante el Ayuntamiento. El centro de la ciudad era un ir y venir de personas que querían dar su adiós a la duquesa flamenca, bética y torera, como la definían ayer en la calle los sevillanos, algunos entre llantos, por la pérdida de la noble, que aunque nacida en Madrid, "era más sevillana que la Giralda", aseguraba Rocío Martínez, una de las tantas personas acostumbradas a ver a Cayetana en las tiendas y restaurantes de Sevilla, también en el palco del Benito Villamarín para ver al Betis de sus amores.

La afluencia de rostros conocidos a lo largo de la tarde aumentó y hasta el lugar se acercaron la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz; el expresidente José Rodríguez de la Borbolla y el torero Curro Romero y su esposa, Carmen Tello.