La catedral de Santiago detectó por primera vez que las cuentas no cuadraban, que "faltaba dinero", en 2003. Así lo señaló el administrador de la basílica por entonces, Manuel Iglesias, el segundo en comparecer ante el tribunal ayer en el juicio por el robo del Códice. No obstante, admitió que hasta 2009 no se decidió a instalar una cámara en su despacho, que colocaría al final en 2010, para averiguar qué ocurría con la caja fuerte en donde guardaba los billetes fruto de colectas y de los museos que justificara el "desfase" o "descuadre". Tanto él como los contables que le ayudaron, explicó, intentaron confirmar con "arqueos" (comparando lo contado con lo conservado en la caja) si todo se debía a "un error". Pero tras varios y "comprobar que las sustracciones se repetían periódicamente", concluyó que "alguien tenía una llave de la caja fuerte".

Aunque a la catedral la Audiencia le entregó 1,7 millones de euros intervenidos en propiedades de Castiñeiras supuestamente fruto de sus robos en la basílica, Iglesias, sin embargo, no llegó a alertar a la policía ni al Cabildo de sus temores para "no generar alarma". Solo avisó al deán, José María Díaz, al que pidió discreción sin aclarar cuánto faltaba. Tras tomar precauciones -dejó en la caja fuerte una "pequeña cantidad" de "cebo" y trasladó el grueso a otra-, el exadministrador colocó una cámara en el despacho con la "esperanza" de averiguar quién hurgaba allí, aunque no pudo ver qué grabó por ignorar cómo funcionaba el aparato.

Tampoco su sucesor en el cargo, Luis Otero, lo hizo, como explicó él mismo ante el tribunal tras señalar que su predecesor no le comentó que "faltase dinero" (sí que había "sospechas", de ahí la cámara) y reseñar que él "no" notó "que faltase dinero, pero documentación sí". Solo la policía logró recuperar los vídeos -en algunos de los cuales aparentemente se capta a Castiñeiras abriendo la caja fuerte- una vez que éste fue detenido por el Códice. Pero antes, cuando se detectó la desaparición de la obra, tampoco denunció las ausencias de dinero. No se lo preguntaron, dijo.

Por su parte, Daniel Lorenzo, presidente de la Fundación Catedral, dijo que "echó en falta una documentación proveniente de la Dirección Xeral de Patrimonio y de las empresas que trabajan en la restauración" del templo, que debía estar en el despacho del deán o del administrador, pero afirmó que lo achacaba a "problemas de gestión".

Manuel Iglesias explicó que sus "sospechas" recayeron sobre el exelectricista por "indicios" que le "parecían sospechosos". "Había oído que había sustraído dinero en una capilla de la catedral", alegó, y aludió también a "relaciones sospechosas con una empresa donde había trabajado antes" y a "algo parecido" ocurrido "en el Seminario Mayor". Aunque dijo que el extrabajador tenía bula para "pasearse" por la Catedral por los años que había trabajado allí, para él "no era" una persona de confianza. Uno de los testigos que compareció ayer, el canónigo Juan Filgueiras, relató un "incidente" acaecido "hace 8 o 10 años" con el acusado en la capilla da Corticela, de la que le dejó la llave para un trabajo por la "mucha confianza" que tenía con él. Días después halló el local abierto e igual el armario donde guardaba las colectas y a Castiñeiras, que alegó que "estaba abierto", allí.

Asimismo Iglesias contó como tuvo algún "conato" de enfrentamiento con Castiñeiras tras prescindir de sus servicios: "Llegó a amenazarme. Me dijo que conocía todos los hábitos de mi vida, que me iba a dar una paliza, que había pagado 300 euros a un marroquí". Afirmó que se lo tomó "un poco a broma" hasta que "un señor de apariencia marroquí" lo visitó en la sacristía para decirle que hablarían para "arreglar ciertas cuestiones", pero que no volvió. En otra ocasión, contó, Castiñeiras se presentó en sacristía "con traje de faena" y "un palo" amenazándolo con que no saliera a decir misa, aunque al final, dijo, acabó ayudándole en la eucaristía.