La policía había registrado el domicilio del exelectricista, el de su hijo, la casa heredada por su mujer, el piso de Sanxenxo y dos garajes, pero no encontraron el Códice Calixtino, la obra que originó la investigación. Fue Jesús Fernández, hijo del extrabajador de la catedral y también acusado, el que puso a los agentes sobre su pista, ya que les informó de que su padre disponía de un local en O Milladoiro que antes usaba de garaje y ahora utilizaba "como trastero" donde más tarde los agentes localizarían la obra.

Así lo explicó ayer en su intervención como testigo en la cuarta jornada de la vista por el robo del Códice el jefe de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional, Antonio Tenorio, quien indicó que Jesús Fernández les informó, en el calabozo, de la existencia del trastero al día siguiente. En el local, añadió, apareció el manuscrito en una caja de cartón que tenía dentro bolsas y la obra envuelta en periódicos. "A simple vista no estaba. Había que abrir la bolsa y registrar y ver", subrayó.

El responsable de las pesquisas aseguró que centraron su atención en el exelectricista "desde el principio" (aunque no fue el único investigado) tras saber de sus "desavenencias" con el clero y su "presencia continua en la catedral" cuando "no realizaba labores profesionales de ningún tipo". Aun así, concedió que era un hombre "de misa diaria" y que alegó que buscaba "acreditar" su "disponibilidad" para "posibles servicios".

En todo caso, señaló que de "conjeturas" y de la declaración de Castiñeiras opina que actuó movido por su "inquina" contra el deán, en el que confiaba para solventar sus "discrepancias de índole laboral" con el templo. "Estoy seguro de que no era para venderlo. Era una forma de decirle al deán "ahora te vas a enterar", explicó. Y añadió: "No tenía pensado ni venderlo ni destruirlo, sino restituirlo en 2014, cuando finalizaba el mandato del deán".

Tenorio, quien relató el hallazgo en los registros de diez facsímiles del Códice, mencionó también que se localizaron llaves ("100 o 105") en los registros y en una zona del templo donde se guardaba "material eléctrico de desecho". Allí, en un lugar que les "refirieron" que utilizaba él, hallaron unas que, apuntó, les llamaron la "atención" porque su etiqueta ponía Arch. Cat. (Archivo de la catedral), donde se custodiaba la obra sustraída.