"Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro", aseguran, tajantes, los expertos en neurociencia al explicar la esencia del amor, un sentimiento universal, profundo y contradictorio al que cuesta tanto renunciar, como resistirse. En los últimos años, diversos estudios científicos han demostrado que el enamoramiento se produce por la acción de ciertas hormonas, como la serotonina o la dopamina, que anulan el pensamiento crítico y crean la irremediable necesidad de volver a ver a la persona amada, o como la oxitocina, que se libera durante el orgasmo -y que también se libera para que el útero se contraiga durante el parto- y se vincula con las relaciones duraderas y con la monogamia.

El catedrático de Fisiología Humana y director del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidade da Coruña (Neurocom), Javier Cudeiro, sostiene que el amor actúa como una droga, puesto que "produce el mismo efecto sobre el organismo" y, además, es ciego, porque "suprime la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico". "Varios estudios científicos han demostrado que, cuando los seres humanos se enamoran, la parte frontal del cerebro, que es donde se generan los juicios de valor, reduce su capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del ser amado", explica Cudeiro, quien va incluso más allá y afirma que tanto el llamado amor romántico como el amor maternal "producen el mismo efecto sobre esa región cerebral, suprimiendo la actividad neuronal asociada a la evaluación crítica y a las emociones negativas".

No es esta, sin embargo, la única alteración que el amor produce sobre la actividad cerebral de los seres humanos. Un estudio del University College de Londres ya apuntaba, en 2010, que el amor puede provocar reacciones químicas similares a las que generan las drogas e, incluso, la velocidad. "A quienes comparan el amor con una droga no les falta razón, porque cuando se está en compañía de la persona amada se segrega una hormona, la dopamina, que produce sentimientos de satisfacción y de placer y que, por lo tanto, es la causante del enamoramiento y de que se sienta la irremediable necesidad de volver a ver a ese hombre o a esa mujer", señala el catedrático de Fisiología Humana de la UDC.

Para los investigadores del University College de Londres, no es más que "una adicción química entre dos seres humanos". Los expertos británicos sostienen que, cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero, al que contribuyen, sobremanera, dos hormonas, la oxitocina y la vasopresina, que se liberan para que el útero se contraiga durante el parto y que intervienen, también, en la química del enamoramiento. "Varios estudios han demostrado que personas que llevan más tiempo enamoradas poseen también zonas ricas en oxitocina y vasopresina, dos hormonas que se liberan, generalmente, durante el orgasmo y que se vinculan con las relaciones a largo plazo y con la monogamia", explica Cudeiro.

Que la flecha de Cupido atraviese el corazón de una persona no solo altera su actividad cerebral, sino que también le pasa factura sobre la báscula, según se desprende de la última encuesta de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) y XLSMedical, que sugiere que el amor engorda, y lo hace una media de 4,5 kilos hasta que las relaciones se consolidan. El sondeo, realizado sobre una muestra de 2.314 mujeres de entre 31 y 40 años, revela que el 81% de las participantes considera que el peso sufre o puede sufrir variaciones en función del momento de la relación en la que se encuentre.

El 81% de las encuestadas asegura haber ganado casi 4,5 kilos desde que se enamoraron hasta que sus relaciones se consolidaron, y consideran que las principales causas de estos cambios son las discusiones frente a la tranquilidad emocional, la motivación de empezar una relación frente al acomodamiento de los años y el deseo de formar una familia, junto a los embarazos.

La percepción que se tiene sobre la influencia de la obesidad o el sobrepeso en las relaciones de pareja, varía significativamente dependiendo del momento de la relación. Un 73,4% considera que afecta bastante o mucho a la hora de buscar pareja, en contraposición con el momento en que la relación ya está consolidada, en el que únicamente el 38,8% cree que el exceso de kilos puede afectar a la relación.

En lo relativo a la alimentación, al inicio de una relación el 25,6% afirman comer menos compulsivamente frente el 50,7% que come más al término de la misma. En este caso, además, se prefiere el dulce (73,52%) al salado (36,48%). Además, al buscar pareja el 42,3% reconoce que intenta hacer una dieta más saludable, frente al 41,5% que directamente tiene una dieta menos sana después de una ruptura. Y en lo relativo al picoteo entre comidas, en la fase de búsqueda el 24,7% picotea menos, lo que se contrapone con el 47,5% que picotea más de lo habitual al romper -en este caso el dulce tiene más demanda (54,4%) que el salado (45,5%)-.

"La parte emocional tiene mucha influencia en nuestros hábitos nutricionales y esta información debe servirnos para vigilar en todo momento nuestra alimentación, de manera que sea la adecuada y de respuesta a todas nuestras necesidades nutricionales", recuerda el doctor Alberto Goday, vicepresidente de la Seedo.