Breve, conciso, rotundo, comprometido y disidente. Juan Goytisolo (Barcelona, 1931), el autor de Juan Sin Tierra, pasó ayer el trámite institucional de recibir el premio Cervantes con semblante serio, aspecto cansado y palabras de escritor con conciencia. Apenas tres folios que tituló A la llana y sin rodeos, en las que se unió a las filas de los "cervantinos" y a las de los indignados. Vestido con americana y pantalón, y con la única corbata que ha tenido en los últimos treinta y cinco años, Goytisolo se subió al púlpito del paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y dijo mucho en pocas palabras. Ante los reyes Felipe VI y Letizia, en su primera entrega como monarcas; ante el ministro y representantes institucionales, ante políticos y escritores.

"Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y mi labor", afirmó. Y, una vez más, como hizo en los días anteriores, manifestó simpatía por Podemos. "Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia", señaló. También se declaró indignado. "Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo", apuntó.

Goytisolo trazó un panorama sombrío: crisis económica, política y social. "No se trata de poner la pluma al servicio de una causa, por justa que sea, sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura", indicó.

Fiel a sí mismo, Juan Goytisolo, el intelectual rebelde ante el franquismo, el escritor español afincado en Marraketch desde 1996, comenzó su intervención con un ejercicio de autocrítica, recordando sus iniciales deseos literarios de la búsqueda del éxito. Citó a Manuel Azaña para subrayar que el expresidente de la República había hablado de la actualidad efímera en contraposición de "la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar, pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas". El escritor citó dos ejemplos de "verdadera obra de arte que no tiene prisas": La Regenta y La lozana andaluza.

Goytisolo se declaró hombre libre y observador desde la periferia, lo que le permite una mirada más lúcida hacia el centro. Y quiso recordar a sus maestros "condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacional-católico". Miembro de una familia de conocidos escritores catalanes -Luis y José Agustín, este último ya fallecido-, no evitó referirse a los "nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, incapaces de abrazar la riqueza y diversidad de su propio contenido". Por ello, dijo el escritor, abraza "como un salvavidas" la nacionalidad cervantina, reivindicada por Carlos Fuentes.

"Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo. Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias", afirmó.

Criticó Goytisolo el afán por desenterrar "los pobres huesos de Cervantes" y se preguntó si no sería mejor "sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel". Como buen cervantino y caballero andante, habló del "radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre" que afecta "a los mas".

El autor de Señas de identidad imaginó al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante "acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho atraviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad".

Volver a Cervantes, dijo, "y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella", señaló.

El Rey destacó la "mirada crítica", la "deslumbrante obra" y la condición de Juan Goytisolo de "hombre de mestizaje". Felipe VI subrayó no sólo su condición de autor literario sino sus "aportaciones fundamentales" a la historia cultural de España en asuntos como la influencia mudéjar o la importancia de la limpieza de sangre en la Edad Moderna. "Disfrutaremos de su obra, pero también nos interpelará, nos ayudará a replantearnos visiones e ideas establecidas y consolidadas; nos impulsará, en suma, a reflexionar sobre nuestro presente y nuestro pasado, para así quizás afrontar mejor el futuro", señaló.

Juan Goytisolo estuvo acompañado por dos sobrinos: Gonzalo, hijo del novelista y académico Luis Goytisolo, y Julia, hija del poeta José Agustín Goytisolo, fallecido en 1999. El pintor Gonzalo Goytisolo, que será quien haga el retrato de su tío Juan para la Biblioteca Nacional (también hizo el de Marsé), reconocía que era "muy extraño, muy raro" ver a su tío en una ceremonia tan institucional como la de ayer. "Conociéndolo, seguro que se siente un poco marciano", afirmaba este pintor, que resumía el discurso del premiado con una palabra: "Sustancioso". A Julia Goytisolo le dedicó su padre el famoso poema Palabras para Julia, al que le puso música Paco Ibáñez, y ayer decía que, cuando era adolescente, no le hacía ninguna gracia que le hubiera escrito esos versos: "Yo lo que quería era jugar con mi padre y, años más tarde, bailar rock", decía Julia Goytisolo, muy contenta con el premio Cervantes a su tío.

Mientras que el premiado se prestaba a hacerse fotos con todos los que se lo pedían, entre ellos con Silvia Lemus, viuda de su gran amigo el escritor Carlos Fuentes, el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, elogiaba el discurso de Goytisolo, "muy cervantino y muy propio de él". El actor y académico José Luis Gómez se acercó a Alcalá de Henares porque coincide con el premiado en "una cierta heterodoxia y pasión por Manuel Azaña y Blanco White". "Es un momento de gran alegría y, sobre todo, es una voz española -aunque él se considere un sin tierra- que necesita ser oída, en especial porque España es un país muy mestizo. Pureza de sangre, poca", subrayó Gómez, muy elegante con el chaqué que los académicos usan para las ceremonias.