En algunos carteles de Dexter, el protagonista aparece salpicado de la sangre de las víctimas a las que está descuartizando. Raro es el episodio de Bones en el que no vemos cadáveres descompuestos, restos humanos fruto de asesinatos psicopáticos. True Detective, la serie más aclamada de 2014, trata sobre unos horribles crímenes rituales cometidos contra chicas jóvenes con un sadismo extremo. En el capítulo inicial de The bridge un cadáver aparece sobre la línea fronteriza que separa México y EEUU; cuando la policía levanta el cuerpo se descubre que este está partido en dos y los intestinos se desparraman sobre el asfalto; más tarde se sabrá que ambas mitades correspondían a personas diferentes. Buena parte de las tramas de Mentes criminales y los variados C.S.I. tratan sobre asesinatos inmotivados, psicopáticos. The walking dead, un éxito mundial dentro del público juvenil, es una exhibición permanente de sangre y vísceras capítulo tras capítulo, con decenas de zombis humanos a los que niños y adultos les revientan la cabeza con una absoluta indiferencia moral. Hannibal trata sobre los años iniciales del famoso personaje asesino en serie y caníbal que protagonizó El silencio de los corderos.

Los jóvenes actuales están expuestos desde su infancia a historias visuales de una violencia extrema, inimaginable en las series de otras épocas. Los avances en la realización y los efectos especiales permiten que las secuencias se ensañen con las imágenes más morbosas de los asesinatos cometidos con una crueldad ilimitada. Los crímenes se presentan descontextualizados, desmotivados, gratuitos, rodeados de cierta fascinación e incluso prestigio y seducción. Buena parte del público y de la crítica considera que sentirse molesto por estos contenidos es una señal de debilidad de carácter. Se equivoca el que crea que estas series violentas son la única causa de sucesos como el ocurrido en el Instituto Joan Fuster de Barcelona este lunes. Pero también se equivoca el que crea que estas series no tienen nada que ver con ese crimen.