Por sus empedradas calles y plazas, entre pendones, estandartes y banderas, caballeros a caballo, saltimbanquis y malabaristas, notables, arqueros y cetreros. Caminando entre ceramistas, herreros o zoqueros. En medio de intercambios comerciales abonados en maravedís, carreras de sacos, escudos, lanzas, calzas, sayas, capas y mantos. Y bajo un sol de justicia. El Medievo se instaló ayer en Ribadavia por obra y gracia de la Festa da Istoria.

Desde hace años, el pasado se hace presente en Ribadavia para revivir la gloriosa época medieval de la villa en un derroche de traslación histórica en el que no se escatiman detalles. Se recuperan viejas tradiciones, antiguos oficios, la moneda de antaño. El casco vello de la villa alumbra con su ambientación medieval en fachadas, calles y plazas. Y miles de personas se fusionan con los festejos apareciendo en escena con las ropas típicas de la época.

Ayer era el día grande de la Festa da Istoria, y así lo anunció el heraldo durante la tradicional lectura del bando por las calles y plazas de Ribadavia. Se ponía así la primera piedra de la jornada festiva de ayer, aunque el momento más esperado y que supone realmente el comienzo de la fiesta volvió a ser el Gran Desfile da Istoria, que en su recorrido entre San Francisco y el Castillo de los Sarmientos permitió contemplar a su paso una muestra viva de la época medieval. Al son de los tambores y encabezado por el Rey y sus caballeros, con la Reina unos pasos por detrás, se hizo visible el desfile. La vuelta a siglos pasados no tenía marcha atrás. Notables, miembros del gobierno y defensores de la villa, el adelantado mayor del Reino de Galicia y señor de Ribadavia, gigantes, zancudos... se colocaran en la vida de la villa, ante la mirada de una multitud entregada a la causa.

Finalizado el desfile, las estrechas calles cobraron vida y bullicio. Disfrutaban de la Istoria entre el olor de comida de los puestos callejeros, la ambientación de músicos y malabaristas y la oferta del Mercado medieval. Escenario también de uno de los eventos clásicos de esta festividad: la Voda xudía, que llama la atención por la peculiaridad del vestuario y los cánticos sefardíes que siguen a la comitiva en su recorrido hasta la Igrexa da Oliveira, donde se celebra la ceremonia.