La Iglesia católica prohíbe a sus fieles esparcir las cenizas de los difuntos y también su conservación en casa. Esta iniciativa aprobada por el papa Francisco pretende "evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista", según indica el documento que la Santa Sede publicó ayer. No permitirán la dispersión de las cenizas "en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos". Unas prácticas que han crecido dentro del mercado de los servicios funerarios durante los últimos años.

Al margen de lo que establece la Iglesia católica a sus fieles, en España la legislación no obliga a mantener las cenizas de los difuntos en el cementerio. Son las normativas municipales las que indican lo que se puede o no hacer. Sin una ley estatal, las posibilidades a día de hoy "son infinitas", y de ello se han hecho eco empresas como Eternima. Los productos más destacados de su cartera son los artículos de cristal -espirales, relojes de arena o arbolitos, hechos a mano en la República Checa-, en los que se introducen las cenizas del difunto. Dispone, también, de diamantes, aunque la demanda de este producto debido a su precio es menor (unos 3.000 euros). Se obtienen a partir del carbono presente en las cenizas, que es tratado en laboratorio a alta temperatura y presión. Ofrecen, además, cuadros con el propio retrato del difunto o alguna afición de éste. Las cenizas se impregnan en el lienzo sobre el que se pinta.

Las cenizas de los difuntos se pueden convertir, también, en tatuajes, esterilizadas y mezcladas con la tinta. También pueden quedar impregnadas en discos de música. Empresas como Elysium Space ofrecen, incluso, la posibilidad de enviarlas al espacio.