De todos es sabido (y esperado) que los niños recién nacidos lloren. Lo desconcertante e inquietante es que lo hagan durante horas y que no seamos capaces de remediarlo. Es una situación muy incómoda que va minando el ánimo de los padres que se ven desbordados por lo que ocurre y son incapaces de encontrar la solución por mucho que lo intenten. Acudir al médico es el primer paso para resolverlo. Normalmente, esos llantos se deben al denominado "cólico del lactante" y, aunque resulta alarmante, no es grave y suele tener solución.

Los cólicos son un problema benigno que se presenta en muchos niños (a dos de cada cinco bebés, según los datos que manejan los especialistas) y desaparece por sí mismo, tras una etapa muy incómoda para todos los que conviven con él. El síntoma característico es el llanto inconsolable sin motivo aparente y que no hay manera de que cese. Lo más importante es mantener la calma durante el tiempo que dure e intentar que el bebé se relaje y no incremente su propia tensión con una actitud paterna negativa.

Algunos especialistas hablan de la "regla de tres": suele presentarse en los tres primeros meses de vida, el llanto dura aproximadamente tres horas y se repite el proceso durante tres meses. No es completamente exacto porque se plantean diferentes situaciones y puede alargarse o acortarse, pero ayuda a cuantificar el proceso? y a sobrevivir al momento. Tampoco debemos sorprendernos si el pediatra va modificando el "tratamiento" porque su intención es conseguir buenos resultados y debe ir probando diferentes posibilidades.

Es importante saber que no es un problema grave de salud; normalmente no se asocia a ninguna patología peligrosa ni constituye riesgo alguno para el niño, pero debe ser diagnosticado y tratado por el pediatra. Normalmente, la mayoría de los cólicos se resuelven de manera espontánea y desaparecen a partir de los cuatro meses de edad de manera natural. El paso del tiempo parece ser el punto en el que la mayoría de los expertos coinciden en señalar como final del incómodo proceso.

Entre las causas más frecuentes destacaría: reflujo gastroesofágico, intolerancia a la lactosa, intolerancia a las proteínas de la leche de vaca, vacío causado en el biberón, etc. Aunque son numerosas y no todas reconocibles, se han encontrado mecanismos que mejoran la situación y facilitan la vida de toda la familia. De manera general y para remediarlo se recomienda:

-La lactancia materna siempre que sea posible y saludable para ambos pero sin sentirse culpable por no poder realizarla.

-Utilizar leches especializadas adaptadas a la situación de cada bebé. Están formuladas específicamente para cada etapa de crecimiento, sin lactosa, sin proteínas de vaca, etc. en función de las necesidades del lactante. Consulta al pediatra cuál es la más adecuada para tu bebé.

-Administrar fármacos o infusiones especiales que favorecen la expulsión de gases. En ningún caso puedes utilizarlas sin control; deben ser pautadas por el pediatra, que elegirá la más adecuada y la dosis concreta.

-Cambiar la postura al darle el pecho o el biberón para mejorar la deglución y no olvidar favorecer la expulsión del eructo tras cada toma.

-Practicar masajes en la barriga para provocar la expulsión del aire acumulado tras la succión. No deben ser demasiado fuertes. Consulta al pediatra cómo se aplican.

-Usar biberones y válvulas anticólico especialmente diseñados para permitir que la leche salga con facilidad imitando el sistema natural del pecho materno.

Los biberones presentan un sistema de ventilación que facilita la entrada de aire hasta el fondo del recipiente evitando la formación de burbujas durante la toma. Su mayor desventaja es la dificultad de limpieza.

Las válvulas están diseñadas para permitir la entrada de aire mientras el bebé succiona y evitan la formación de vacío. Las desventajas incluyen la facilidad de taponamiento y que el paso del aire a través de la leche puede producir la oxidación de la vitamina C del alimento.

Son numerosas las posibilidades existentes que mejoran la situación y evitan el sufrimiento de todos los miembros de la familia. Para poder elegir la idónea o combinar varias debes acudir al pediatra y seguir las pautas que él proporcione. No caigas en la tentación de administrar compuestos de ningún tipo sin su autorización.