-¿Qué consejos dan a las familias en aras de prevenir el acoso escolar?

-Recomendamos escuchar todo el relato del menor, sin juzgarlo y apoyar emocionalmente al hijo y dedicarle todo el tiempo necesario, sin prisa. Es una de las claves. Podría parecernos que su problema no es importante, pero a él en ese momento le desestabiliza. Es importante también ayudarle a identificar las personas de mayor confianza dentro del centro educativo: su orientador, tutor o alguien del equipo directivo. Siempre hay algún profesor con el que exista más empatía. Por último, sabemos que el ciberbullying hace que la víctima lo sea las 24 horas del día, por lo que hay que recoger el móvil por la noche para asegurar que tiene un sueño reparador.

-¿Es la primera herramienta de este tipo que diseñan?

-Se ha realizado por parte de la junta directiva de la sección de Psicología educativa del COPG, que formamos siete mujeres. Lo hemos hecho desde la práctica educativa, para distinguir el acoso, los tipos de acoso, los indicadores de alerta...

-¿Por qué se dirigen específicamente a las familias?

-Queríamos hacer algo específico. Nos parece que en algunos casos están olvidadas y son una parte vulnerable. Hay muchas familias en las que hay un hijo que sufre acoso escolar y no saben qué hacer, a quién acudir... y se plantean si es mejor callarse. Esto yo lo he vivido en un centro educativo: parece que si el silencio se apodera del problema, ya no hay problema. Ocurre justo lo contrario, porque hablar de acoso es terapéutico. Y usamos hablar con el significado de relatar o revelar. De hecho, uno de los lemas que queremos transmitir es que "tu silencio te ata". Las familias tienen que hablar, no solo el niño. Un niño tendrá más capacidad de hablar sobre el tema si ha sido educado en valores y se dan una clase de circunstancias...

-¿Hay indicadores de alerta?

-Hay indicadores físicos, psicológicos y sociales. En el plano físico, deberían de fijarse siempre en el patrón de alimentación y sueño. Si hay pérdida de apetito, alteraciones en el sueño, dolores de cabeza o barriga... que podrían ser psicosomáticos. En el plano psicológico, se puede observar si antes el niño o niña iba contento al colegio y ahora no quiere ir. A nivel social, se podría percibir un cambio de hábitos, como que ahora no quiere ir nunca solo por la calle. Pero es muy importante que los padres pidan cita en el centro educativo y hablen y manifiesten el problema: que sean valientes. Si lo son los padres, lo serán los hijos.