Necesidad e impulso son los polos que, a veces, se dan la mano unidos por la emoción cuando adquirimos una prenda como una boina de paño de lana negro con cabeza de pantera firmada por Roberto Verino o un abanico multicolor de Kina Fernández, ambos en la Colección del Museo del Traje. Pero las emociones también surgen al recordar momentos, retazos de vidas o de la historia colectiva. Ante el abrigo de lana a rayas verde, negro, gris y azul, sin mangas y con capucha, que María Moreira eligió para su desfile de la colección 1986/ 1987 en la Pasarela Cibeles, es inevitable sentir algo al conocer su pasado. Fue en 1984 cuando Moreira se convertía en la primera diseñadora mujer que abría con un desfile la plataforma madrileña en la que participó durante diez años.

"El grupo Inditex lo hace maravillosamente bien. Presenta colecciones cada quince días, renovando continuamente. La gente acude a sus tiendas y como saben que en dos semanas pueden acabarse las prendas, compran inmediatamente antes de quedarse sin ellas. Esa compulsión es una emoción que el consumidor tiene", destaca el gallego José María Paz Gago, autor del libro El octavo arte: La moda en la sociedad contemporánea (Hércules de Ediciones), donde diserta sobre este fenómeno del fast fashion, el net à porter tras la evolución del nacimiento de la moda y su evolución hasta ahora.

La moda, ese fenómeno desde el punto de vista sociológico, atacada, amada y venerada por muchos lleva implícita una marca de psicología, sociología e historia. En una entrevista del español Enrique Loewe al comité científico del I Congreso Internacional de Moda (CIM), este señalaba que "si alguien, dentro de 200 años, quisiera analizar la sociedad de este momento, el mejor método sería estudiar la moda, mucho más que mediante los monumentos. ¿Cómo era la gente? ¿Cómo se vestía? ¿Qué era lujo en ese momento? Toda una temática muy profunda. Lo de menos es un desfile cualquiera en una pasarela cualquiera". Con esta idea, conecta la filosofía del Museo del Traje, una visita más que importante para los turistas que este verano opten por Madrid como destino. En su colección destinada a la indumentaria contemporánea, se salvaguardan un total de 153 piezas creadas por 12 diseñadores gallegos.

El motivo por el que han ingresado estas prendas (desde vestidos, faldas, abrigos, camisas, pantalones, boinas, pajaritas, corbatas, zapatos, tops...) es que "sus autores o marcas han tenido una presencia importante en la historia de la moda de España reciente", señalan desde el Museo del Traje.

Los once diseñadores que tienen presencia en el mismo son Antonio Pernas, Adolfo Domínguez, Roberto Verino, María Moreira, Zara, Caramelo, Unicén, Kina Fernández, Toypes, María Barros, Jorge Vázquez y Purificación García. Todos ellos son imprescindibles para conocer la historia de la moda hecha o impulsada desde Galicia y sus obras forma parte del área Colecciones, que tiene como cometido el "estudio científico de los bienes culturales que conserva el Museo", señala la propia institución.

Purificación García es la que firma, hasta el momento, la prenda gallega contemporánea más antigua de la colección: una falda de seda de organza del año 1979. De solo un año después, es una chaqueta de Adolfo Domínguez comprada en Madrid y donada por Amalia Descalzo Lorenzo.

Desde que se anunció la creación del Museo del Traje -que abrió en el año 2004- este ha recibido prendas de más de un millar de donantes. Precisamente, gran parte de las piezas gallegas de este Museo han sido facilitadas por particulares, aunque otras han sido donadas por los propios diseñadores y un tercer grupo, por la editorial Planeta (una colección de abanicos); la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME) o marcas de muñecas como Mattel o Famosa. Precisamente, del hermanamiento entre ACME y los fabricantes de Barbie y Nancy, proceden las últimas incorporaciones de prendas de diseñadores gallegos, en el año 2013: Es el caso de un estilismo de María Barros para Nancy, confeccionado a mano e inspirado en el mundo del jazz y otro de Kina Fernández, también hecho de forma artesanal, con falda de vuelo y blusa de manga larga con aire delicado y bohemio.

Desde que abrió sus puertas en el año 2004, ha atesorado miles de piezas de indumentaria histórica (aunque son escasas las muestras de vestidos de antes del siglo XVIII), contemporánea, joyería y belleza, complementos, técnicas textiles y tejidos o etnografía. Su función no solo es guardar las prendas, sino también la restauración y exposición. El departamento de conservación puede llegar a realizar entre 250 y 770 tratamientos en un año.

Algunas prendas gallegas se han logrado mostrar en exposiciones temporales o la permanente. Esta última "cambia continuamente por la delicadeza de los materiales para asegurar su conservación. Las prendas de indumentaria no pueden estar expuestas demasiado tiempo", justifica el Museo.