Las mejores películas inspiradas en textos del muy adaptado (y casi siempre mal) Stephen King no pertenecen al género de terror aunque sí coquetean con los elementos fantásticos o la intriga. Son historias de iniciación en muchos casos en las que el miedo es consecuencia de las endemoniadas pesadillas y obsesiones que nos habitan, y que el escritor de Maine sabe convertir en fuente de inspiración más inquietante que aterradora. Sobre todo, cuando los personajes son niños o adolescentes en plena vorágine hormonal.

It, quizá la novela más perturbadora de King junto a El cementerio de animales y El resplandor, reparte juego tanto en dos direcciones: por un lado, la pandilla tipo Goonies o Cuenta conmigo que se adentra en el túnel de la vida rodeada de peligros e incertidumbres con la amistad como escudo protector, y, por otro, la irrupción maligna de un personaje que encarna el mal más descar(n)ado con los ropajes y maquillaje cargados de yuyu de un payaso, globito rojo incluido. Y si la mano maestra de King lograba que la colisión de ambas piezas argumentales fuera armoniosa y estuviera bien trabada, en la película de Muschietti hay una ruptura evidente que lastra y daña al conjunto. Creíble e incluso emotiva cuando se trata de merodear a esos personajes turbados y desnortados, It se vuelve previsible y tosca cuando se trata de mostrar la cara pintarrajeada del terror, con un abuso a todas sombras excesivo de la música como anuncio machacón de los sustos y rematada con un final de abusona espectacularidad que traiciona la oportuna sencillez mostrada por la película antes, y que sugiere una guerra interna de intereses durante la gestación de una obra superior al desastre de La Torre Oscura, pero que añade otra oportunidad perdida a la relación entre King y el cine.