Concentraciones de CO2 que alcanzan nuevos máximos cada año; temperaturas medias en claro aumento, fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor y olas de frío cada vez más frecuentes; violentos incendios forestales, océanos que aumentan de nivel mientras que los hielos retroceden. El planeta enferma y sus habitantes con él.

Un estudio en el que han participado 25 instituciones académicas y organizaciones intergubernamentales que publica la revista The Lancet concluye que el impacto actual del cambio climático en la salud es ya un fenómeno global. Según dicho estudio, del que se hace eco la agencia SINC, entre 2000 y 2016, 125 millones de adultos mayores de 65 años estuvieron expuestos a olas de calor, con impactos en la salud que van desde el estrés y la insolación hasta episodios de insuficiencia cardiaca y riesgo de lesión renal por deshidratación.

Resalta, también, que las enfermedades infecciosas transmitidas por mosquitos también se han incrementado. Por ejemplo, la propagación del virus del dengue del mosquito Aedes aegypti ha crecido un 9,4% desde 1950 y el número de casos de la enfermedad en humanos casi se ha duplicado en la última década. Por otro lado, el número de personas desnutridas en 30 países de Asia y África ha aumentado de 398 a 422 millones desde 1990. Asimismo, entre 2007 y 2016, se registraron unos 306 desastres naturales por año relacionados con el clima, lo que supone un 46% más desde 2000. "Los más vulnerables a los efectos del cambio climático son los niños, ancianos y enfermos crónicos, dado que sus sistemas de respuesta al distrés biometeorológico funcionan peor. Esto no excluye que otros grupos de edades tengan también riesgos elevados respecto a ciertos cambios meteorológicos y climáticos, especialmente aquellas personas más meteorosensibles y aquellas que ya sufren determinadas dolencias o patologías", explica Alberto Martí, geógrafo físico del Departamento de Geografía de la Unversidad de Santiago de Compostela (USC) y miembro del grupo Geobiomet, formado por investigadores de la USC y de la Universidad de Navarra.

Este grupo multidisciplinar analiza la relación entre el tiempo meteorológico y la salud, con el fin de desarrollar sistemas de alerta biometeorológicos que mejoren la calidad de vida de las personas y ayuden a gestionar los recursos. "No cabe ninguna duda de que nuestra calidad de vida está condicionada directa e indirectamente por las características del clima. Un mejor conocimiento del comportamiento del medio físico y, en este caso concreto, de los ambientes atmosféricos en los que vivimos, contribuirá a mejorar nuestra calidad de vida y a alertar sobre ciertos episodios y tipos de tiempo que pudieran agravar nuestra salud", añade Pablo Fernández de Arróyabe, profesor de Geografía de la universidad cántabra y presidente de la Asociación Internacional de Bioclimatología.

Según Martí, las variables atmosféricas afectan a la vida diaria de las personas en general y a su fisiología en particular a diferentes escalas. "Por ejemplo, los valores extremos de temperatura o humedad, los cambios bruscos de las condiciones del tiempo o los fenómenos atmosféricos adversos generan desequilibrio y estrés negativo (distrés) en el metabolismo humano, que pueden desencadenar trastornos y agravamientos de determinadas patologías cardiovasculares, respiratorias y psíquicas, especialmente en las personas más meteorosensibles", matiza.