Poco que objetar al precipitado y oportunista, pero también oportuno, inicio de la serie Fariña en Antena 3Fariña Fariña Antena 3, un apuro propiciado por la orden judicial de secuestro del libro en el que está basada, escrito por el periodista coruñés Nacho Carretero. Y encima, en la tertulia posterior a la emisión del primer capítulo, emergió en la atmósfera la pregunta que muchos que no conocieron, vivieron o padecieron aquellos años, se están haciendo todavía: ¿Pero de verdad que aquello fue así?

¿Tan cerca estaba Galicia de haberse convertido en una Sicilia del Noroeste? ¡Y tanto que sí! De hecho, ya lo era en potencia y, si se salvó de la proliferación de episodios violentos, quizás fuese debido a una cuestión de carácter personal, que queda perfectamente reflejada en el xeito de Vicente Otero, Terito, el patriarca y, a la vez, el hombre de honor, pero delincuente contrabandista a fin de cuentas que, sin embargo, y eso lo sabremos en las futuras entregas, acabará desbordado por ambición de Sito Miñanco, el atrevimiento rayano en la sinvergüencería chulesca de Laureano Oubiña y la sibilina malvada astucia disfrazada del angelical " Eu non fun, eu non sei" de Manuel Charlín.

Habrá que felicitar pues, en puesto destacado, al responsable del casting castingde los cuatro actores principales del reparto, respectivamente Manuel Lourenzo, Javier Rey, Carlos Blanco y un inconmensurable Antonio Durán MorrisManuel Lourenzo Javier Rey Carlos BlancoAntonio Durán Morris que logra hacer suyo el que, por sus múltiples matices, posiblemente fuese el personaje más difícil del interpretar y, al menos fuera de Galicia, de entender: el desconcertante patriarca de los Charlines que no estaba nunca donde se creía que tenía estar y al que, no obstante, siempre lo parecía o se le notaba.

Sí, esa violencia que destiló el primer capítulo fue cierta, no se trata de una licencia de dramatización de los guionistas, si bien hay que matizar que se trataba de una violencia sorda y ciega ante la que, por si las moscas, más valía callar y pasar de largo, como si no estuviese ocurriendo nada. Como si aquellos avisos y palizas no tuviesen que ver con asuntos de la "descarga" sino con emociones personales. O como, en fin, creer que los agentes de autoridad no hubiesen sido tan sobornables como cualquier ser humano en esa tesitura.

Cualquier aficionado español al cine, o a las series de televisión, sabe, eso sí, que a la hora de rodar las secuencias de acción, los realizadores de nuestro audiovisual se enfrentan al ridículo. Si la serie que el miércoles se estrenó hubiese contado con un presupuesto a la americana, las persecuciones de las lanchas, la tortura del chivato y las broncas en los bares serían las "partes fuertes" del espectáculo. Pero no es así. Eso es algo que se nota y "canta" lo suyo, así que no nos vamos aquí a andar con rodeos, sino enunciar una justificación cierta y necesaria. También cumple subrayar que Fariña, aunque basada en hechos reales, es una serie de ficción: no está, por lo tanto, obligada a ser totalmente verídica y radicalmente fiel a la realidad de los hechos, pero en este caso hay que decir que, por lo visto el miércoles, es fiel a la verdad. ¡Y, además, qué carallo, engancha!