Los padres científicos de las aplicaciones del láser como herramienta con numerosos usos prácticos, desde la medicina hasta la industria, recibieron ayer el premio Nobel de Física. Los galardonados son el estadounidense Arthur Ashkin, el francés Gérard Mourou y la canadiense Donna Strickland, que ayer se convirtió en la tercera mujer que recibe este galardón desde 1901, después de Marie Curie y Maria Goeppert-Mayer.

"Es un premio que me pone muy contento porque está relacionado con mi campo de investigación, los láseres, pero también porque hay una mujer galardonada y eso aporta mucha visibilidad para que las mujeres físicas vean que no sólo existe Marie Curie, sino que hay muchas más que se lo merecen y que, desgraciadamente, en los años 50 y 60, eran invisibles. A la hora de dar los premios, siempre los recibían los hombres". Es la valoración del científico Juan Diego Ania Castañón, director del Instituto de Óptica del CSIC, quien está seguro que en los próximos años habría muchos Nobel en cuyos hallazgos estará involucrada la fotónica, el estudio de la luz. "Es uno de los motores que mueve la tecnología. Nos quedan muchas sorpresas aún", añade.

Origen de las 'pinzas ópticas'

Juan Diego Ania Castañón subraya la importancia del trabajo del Nobel Ashkin, quien tras la invención del láser en 1960, en los años setenta empezó a constatar que "podía atraer e incluso agarrar partículas micrométricas usando haces de luz". De ahí surgieron las llamadas pinzas ópticas con las que, ya en los años 80, "demostró que se podían manipular bacterias e, incluso más importante, células vivas sin dañarlas".

Las pinzas ópticas se utilizan, en la actualidad, para estudiar procesos biológicos como proteínas individuales, motores moleculares, ADN y la vida interior de las células.

Desde la aparición de los primeros láser los científicos han estado interesados en crear pulsos de luz cada vez más intensos sin que ello provocase la destrucción del material amplificado. Fue esa búsqueda la que inspiró a la estudiante de doctorado en la Universidad de Rochester Donna Strickland (1959) y al director de su trabajo, Gérard Mourou (1944), a desarrollar conjuntamente una nueva técnica, bautizada amplificación de pulso gorjeado (CPA).

El gorjeo de la luz

La CPA consiste en tomar un pulso de láser ultracorto, alargarlo en el tiempo, amplificarlo y comprimirlo de nuevo, lo que multiplica su intensidad de forma notable. "Generar estos pulsos de energía muy alta pero muy cortos nos permite localizarlos en un material pero dejando una huella de nanómetros, lo que se puede aplicar en el procesado de materiales, en la cirugía refractiva ocular o en hacer los llamados peines de frecuencia, algo que recibió el Nobel en 2005, y que son una serie de láseres pulsados de ancho espectral muy grande pero de separación fija, que se usan hacer medidas. Medidas muy precisas de tiempo o de constantes universales que resulta que no lo son tanto", añade Juan Diego Ania Castañón.

La técnica de Strickland y Mourou fue probada de forma práctica en un artículo publicado en el año 1985 y se convirtió en la norma para todos los láser de alta intensidad posteriores, además de abrir nuevas áreas y aplicaciones en física, química y medicina, resalta la Academia.