Las celebraciones de Halloween y Samaín (anoche), Todos los Santos (hoy) y Día de Difuntos (mañana) se entremezclan estos días en un cóctel aderezado con una buena dosis de afán consumista que año tras año se incrementa y retazos de una tradición ancestral que se niega a ceder ante la todopoderosa influencia anglosajona.

De hecho, las raíces de la celebración celta se han revitalizado por la influencia de la fiesta americana que no es tal ya que su origen está en Europa y ahora regresa comercializada. "Es una fiesta boomerang porque se fue allí y ahora viene de rebote pero aquí siempre hubo calabazas y esqueletos, no como ahora que se compran en todas partes, pero es algo que ya se hacía", apunta el antropólogo cultural Xosé Manuel Mariño Ferro, que subraya que el Samaín, una celebración celta, "era una de las fiestas que iba a menos en Galicia y curiosamente por la influencia de la cultura americana ahora tiene un auge enorme". Al margen de la cultura de consumo que la acompaña de forma explícita, el experto apunta que Halloween ha hecho que "el Samaín reviva". "Es cierto que es un poco penoso que tengamos que copiar la réplica a EEUU cuando nosotros aquí ya teníamos la original pero no es una excepción, ya ocurre con la Navidad", apunta.

Esto también lo apuntaba en un artículo el escritor Manuel Bragado, quien abogaba en su día por aprovechar el impulso del recién llegado para recuperar un "nuevo Samaín gallego" que, indicaba, sí se está consolidado en el ámbito escolar y también en el literario. "No es difícil reinventarnos", subrayaba Bragado, que recordaba que en Galicia hay "una larga lista de espacios donde habitan cocos y monstruos, lugares donde salen de paseo los demonios o edificios encantados, como el castillo de Sandiás, la casa de la torre de Burela o la casa del miedo de Lariño, donde por decirlo con palabras pequeñas pasan cosas raras".

Esa relación con la muerte es lo que persiste pese a la influencia norteamericana, añade el también antropólogo Xabier Vila-Coia, quien considera que "el motivo último es la diversión, de eso no hay ninguna duda, pero la base cultural está ahí porque la gente se disfraza de muertos y no de otra cosa como sí ocurre en el Entroido". Así, aunque de forma inconsciente, la celebración mantiene sus raíces ancestrales con la celebración "de la transición del verano al invierno, de la vida a la muerte que es lo que representaba el cambio de estación", explica Vila-Coia. "En determinadas culturas como la celta o la mexicana hay una relación especial con la muerte que no se da en el resto de España, es una manera de recordar que la muerte existe, que está presente y es algo que tiene mucha carga filosófica. Las empresas se aprovechan de ello pero es una manera de que la tradición no se pierda, que evolucione al fin y al cabo", constata.

"Es una pena que una costumbre extranjera que lo que prima es el consumismo se vaya metiendo entre nosotros", asevera por su parte Alberto Cuevas, sacerdote gallego, al respecto de Halloween. Pese a ello, considera que "los ritmos de trabajo y estudio de la vida moderna hacen que la gente necesite un par de carnavales al año para disfrazarse y pasarlo bien". Al respecto, recuerda que al igual que el Entroido es una fiesta pagana que precede a una religiosa, el Halloween también es una fiesta que surge de la religión para celebrar la víspera de Todos los Santos. De hecho, recuerda, se trata de una celebración relacionada con las supersticiones, los espíritus o el terror que provoca la muerte. "La gente necesita divertirse y no veo malicia en eso pero en muchas ocasiones celebrar esta fiesta implica gastos superfluos, frívolos y, en definitiva, una manera de gastar tontamente", remarca.

El sacerdote lamenta sobre todo el afán consumista de esta fiesta y pide no olvidar las tradiciones y celebraciones religiosas, algo sobre lo que también incidió esta semana el Arzobispado de Santiago.