El vestido-bandera. Se vieron muchos vestidos-bandera en la manifestación. Pero el vestido-bandera, con otras, vamos a decir, connotaciones, lo inventó -y si no lo inventó, lo reinventó, lo consolidó- Sonia Monroy. Allí, en la plaza de Colón quiero decir, estaban Isabel Rábago y Toño Sanchís ataviados de rojo y gualda. También estaban Carmen Lomana y Vargas Llosa -sin Isabel- pero ellos no, la primera porque no lo hay en alta costura y el segundo por innata sobriedad. Pero Rábago y Toño sí, ellos son más populares. Lo de Sonia Monroy en los Oscar del año 2015, discúlpenme, pero era otra cosa. Alta costura tampoco, porque era de diseño y confección propia. Más sexy, porque la ocasión lo permitía, en lo de Madrid no era plan. Y más internacional e institucional porque se trataba de poner una pica en Flandes y, aunque el resultado desde el punto de vista estilístico era más que discutible (o directamente no discutible), y la echaron de la alfombra roja, ya lo dijo ella, visionaria, lo importante era ser trending topic. Qué TT perseguía Toño Sanchís, que anda otra vez en bocas ajenas por lo de Belén Esteban, no se sabe. Pero allí estuvo. Todo enseña.

El huerto. Por alguna asociación libre de ideas, sin base científica, gastronómica ni sociológica alguna, una relaciona de forma automática torero a dieta a base de proteína cárnica, a, no sé, chuletones y rabo de toro. Descartando, por lo mismo, los vegetales. Con el sexo, parecido. Se juega con decenas de metáforas vinculadas al mundo animal, cuando las relacionadas con la horticultura son más abundantes y populares. Al hilo de la reapertura del sumario Jesulín-Esteban, brotan, como brotes, antiguos tubérculos. Por ejemplo, reaparece la Pimiento, presunta amante de antaño. También hubo, en tiempos, una Lechuga, una tal Juani. El apodo venía por la afición a una supuesta postura muy verde, muy fresca y muy flamenca, que se sepa no homologada. Consistía en levantar los volantes del vestido de la feria, hasta dejarlo a la altura de la cara. Por el pimiento ni pregunten. Al huerto.

Las orejas. Es un vestigio evolutivo, que diría Darwin. Gatos, perros, caballos o ratones orientan sus pabellones auditivos para oír con mayor precisión. Nosotros, tan de cultura visual, somos más de mirar. Queda una minoría privilegiada. Tener control sobre los músculos de las orejas no es tan sencillo. Es una habilidad, un don, un privilegio. Ana Rosa lo tiene. También unas orejas que, a su parecer, son más bien orejones. No es para tanto, exagera, pero el buen tamaño le facilita la destreza. El movimiento de las orejas no tiene utilidad práctica para el ser humano. Pero AR se mueve en los corrillos aguzadora. Igual aún funciona.

'Love is in the hair'. En siete trenzas llevaba Sansón tejido su cabello, ese que Dalila cortó una noche, inaugurando una larga tradición de amor y traición y hurtándole con ello toda su fuerza, porque toda su fuerza, su ser, su esencia estaba concentrada en lo alto de su cabeza. Porque la humanidad, de una manera inconsciente, va repitiendo a lo largo de su historia las gestas de sus ancestros y porque hay sansones sin trenzas, ni opción, la narración, los detalles, van evolucionando, variando, poniéndose al día. A Antonio Tejado no fue su ex la que le dejó la testa despoblada, es que le falló la técnica, se sospecha, la del injerto. Y aquí la que se rapó, en señal de amor y solidaridad, fue su nuevo amor exprés, la miss. Tenía allí al peluquero de Karina, Luismi. Sansón, pobre, ni eso.

La comparecencia. Toda España estaba pendiente de su comparecencia ante los medios de comunicación, se esperaba que hiciese el Anuncio, que diese la Fecha, y mientras tanto el país paralizado. Veníamos de unos días convulsos, con Él en el centro del debate, en el centro de atención, en el centro de todo. Su pasado, su presente, su futuro. Todo eran especulaciones. Se esperaba el Bombazo. Nada podía descartarse. Con él nunca puede descartarse nada. Y al fin llegó, vio, habló. Habló e hizo el Anuncio, dio la Fecha, pero no hubo Bombazo. Jesulín presentó en rueda de prensa su enésima vuelta a los ruedos. ¿Pensaban en otra cosa? Pero no dijo lo que decía que iba a decir. De su vida personal, de sus cosas, de su intimidad familiar, no dijo ni mu. No anunció lo que los maledicentes pensaban que iba a anunciar para animar el cotarro. La primera voladura controlada. Luego, ya saben, los que saben, viene todo lo demás: una larga secuencia de entrevistas, confirmaciones, desmentidos, del uno, la otra, el de más allá, las ex y hasta un señor de Ubrique.