El término techo de cristal apareció por primera vez en un artículo del Wall Street Journal en 1986 en los Estados Unidos, que describía las barreras invisibles que dificultan y frenan la posibilidad de las mujeres de avanzar en su carrera profesional. Desde entonces el término se ha popularizado y alude a los obstáculos para que una mujer tenga las mismas facilidades que un hombre en el mundo laboral. Las barreras son múltiples: estereotipos y perjuicios de género, la maternidad como un lastre, las dificultades para conciliar vida familiar y laboral, la inercia...

Treinta y tres años después seguimos hablando de techo de cristal y de discriminación de la mujer en el mundo laboral, una discriminación que limita la independencia económica de la mujer, un factor clave para ser libre y dueña y señora de su futuro.

En Galicia, las mujeres representan el 52% de la población gallega. Son mayoría en la comunidad, en las clases donde imparten docencia y aprenden, en las oficinas de la Administración autonómica, en los centros de salud y los hospitales donde ejercen la medicina, en los juzgados donde dictan sentencia, pero no en los centros de decisión.

Las mujeres son más en las aulas universitarias (58%), pero no en los claustros docentes (42% de los profesoras titulares y 21% de catedráticas). Casi seis de cada diez jueces en Galicia son mujeres, sin embargo en el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, los hombres copan el 72% de los puestos, y el 59% de las plazas en las Audiencias Provinciales.

El 71% de los trabajadores de la Administración autonómica son mujeres, pero la mayoría de sus jefes son hombres, que ocupan el 60% de los puestos de alto cargo. Y en el mundo de la empresa, las mujeres al frente de la gerencia y dirección son el 30%.

Y no se trata solo de los puestos de mando. La tasa de ocupación femenina es del 42% frente al 50% de la masculina, y el 22% de las mujeres trabajadoras tiene un contrato a tiempo parcial frente al 6% de los hombres con trabajo. Las mujeres también ganan menos que los hombres, un 22%, un porcentaje que se dispara al 35% en el caso de las pensionistas.

La discriminación empieza desde abajo y desde el principio. Un informe de la Xunta apunta que un joven licenciado con máster cuando encuentra su primer trabajo empieza ganando 1.342 euros al mes, una titulada universitaria con máster firma su primer contrato por 1.114 euros al mes. Exactamente 128 euros menos, pese a que tienen el mismo currículo y no han podido demostrar mayor valía uno que otra, si fuese el caso.

Esta semana se publicaron los resultados de un experimento sobre discriminación de género en el mercado de trabajo que demuestra que las mujeres de entre 37 y 39 años tienen en promedio un 30% menos de probabilidades de ser convocadas a una entrevista de trabajo que los hombres con sus mismas características. La discriminación de género es mayor en candidatas con hijos, y se reduce, aunque no desaparece por completo, cuando tienen mayor cualificación para el puesto.

Un grupo de profesores de la Universidad Pompeu Fabra envió más de 5.600 currículos ficticios a 1.372 ofertas de trabajo reales en Madrid y Barcelona, y se compararon la probabilidades de recibir una cita para una entrevista de trabajo entre personas con currículos equivalentes que solo se diferencian en el género, en si tenían o no hijos y en el grado de cualificación para el puesto.

Los empleadores penalizan a las mujeres, y doblemente a las mujeres con hijos, pese a que las estadísticas apuntan que están mejor formadas.

Menos abandono educativo

El abandono educativo es mayor en los hombres (18%) frente al 12% de las mujeres. El 38% de las gallegas tiene una licenciatura universitaria frente al 30% de los hombres y también se gradúan más en ESO y Bachillerato (83 y 70%, respectivamente) que ellos (71 y 54%). Pero en el mundo laboral no parece ser suficiente.