Las llamas que devastaron la catedral de Notre Dame catedralNotre Dame el pasado lunes avivaron la solidaridad de las grandes fortunas francesas, que no dudaron en aflojar la chequera. François Pinault, propietario del grupo de lujo Kering (Gucci e Yves Saint Laurent, entre otras marcas), soltó 100 millones de euros. Bernard Arnault, del grupo Louis Vuitton, 200 millones. La familia Bettencourt (L'Oréal), otros 200. También los principales grupos del Cac (la bolsa de París), multinacionales de otros países, como Google, expresaron su deseo de contribuir a la reconstrucción de esta joya del Gótico. Hasta el Banco Central Europeo (BCE) realizará una contribución financiera.

También los ciudadanos de a pie. La Fundación del Patrimonio ha recaudado en una semana 20 millones de euros de pequeños donantes, a los que hay que sumar las recaudaciones de programas de televisión y conciertos benéficos. En total, más de 1.000 millones de euros, una cantidad que para algunos expertos es suficiente para que Notre Dame resurja de las cenizas como el ave Fénix.

Notre Dame ha tenido una respuesta sin fisuras que choca con la relativa indiferencia con la que Europa contempla el drama de los refugiados sirios, las guerras intestinas y sin final que desangran África o azotes como el ébola o la malaria, que suman miles de muertes. ¿Por qué una catástofe que afecta a un bien material puede causar mayor estupor que otra en la que están involucradas vidas humanas? El psicólogo gallego Daniel Novoa, experto en educación emocional, lo atribuye a factores como la cercanía.

"Lo primero que nos empuja a ayudar a otros y, por tanto, a ser soludarios, es la empatía, un mecanismo que tenemos la mayoría de las personas y que nos hace sentir, en cierto modo, lo que está sintiendo otra persona o, al menos, ser consciente de sus sentimientos. Pero después están otros aparecen noticias de barbaridades donde mueren muchas más personas y niños, como por ejemplo, en el drama de la migración o ciertos conflictos bélicos y apenas nos inmutamos, por no decir que miramos hacia otro lado. Puede parecer incoherente, pero el ser humano es así: tiene apego por lo cercano y lo similar", comenta.

La atención mediática también influye en la reacción que despierta una catástrofe en quien la contempla. "Cuanto más presente esté en los medios, más presente lo estará en nuestra cabeza y más fácil será que genere una reacción en nosotros", asegura.

Sin embargo, catástrofes humanas de larga trayectoria, como conflictos bélicos, el hambre y epidemias endémicas como la malaria o el ébola en África, terminan inmunizando al espectador que come tres veces al día, por muy duras que sean las imágenes. "Esto es un fenómeno que se conoce como habituación. Es lo mismo que pasa con el olfato cuando un olor nos molesta, pero solo durante un tiempo, hasta que nos acostumbramos a él. Ante el mismo estímulo vamos reaccionado cada vez menos, perdemos interés e incluso llegamos a 'normalizar' la situación", explica.

El incendio de Notre Dame reúne todos los requisitos para llegar directo al corazón de Occidente, que no tarda en identificarse con uno de sus símbolos culturales, y tras los primeros momentos de estupor, comienzan las reacciones: aportaciones económicas, vigilias y miles de mensajes de aliento y solidaridad en las redes sociales. A partir de esos momentos, Notre Dame es sentida como algo propio, como algo de todos.