Cuando hablamos de golpe de calor no nos referimos a la sensación de calor interno debida a que ha aumentado la temperatura del ambiente, aunque son las elevadas temperaturas típicas del verano el detonante que provoca su aparición en personas susceptibles de padecerlo, especialmente los mayores. Es importante identificar los síntomas, actuar a tiempo y adoptar las medidas preventivas adecuadas. Sus efectos pueden ser graves, dejar importantes secuelas personales e, incluso, producir la muerte de quienes lo padecen.

El golpe de calor se produce cuando la capacidad de regulación corporal del organismo se ve superada y no consigue disipar el aumento de temperatura que provoca que el organismo supere los 40 grados. Esta situación puede generar un fallo multiorgánico de consecuencias irreparables o generar secuelas irreversibles en el aparato nervioso, cardíaco, respiratorio, etc... difíciles de tratar y que deben ser evitadas siguiendo las medidas preventivas adecuadas.

Puede ocurrirle a cualquiera, pero los expertos señalan que los grupos de riesgo son los enfermos crónicos (cardíacos, respiratorios, diabéticos, hipertensos, etc...), las personas mayores y quienes siguen tratamientos farmacológicos asociados a las patologías señaladas (para reducir la tensión y el colesterol, entre otros).

También los niños pueden sufrirlo porque no se manejan correctamente en las situaciones que lo desencadenan: no les gusta beber, les encanta jugar al aire libre, rechazan el uso de gorras y gafas, etc... Los adultos deben mantenerse alerta (ofrecerles bebidas, ponerlos a la sombra, etc...) para minimizar los riesgos.

Las señales de alerta incluyen diferentes síntomas que pueden ser confundidos con otros procesos. Las más significativas serían: cefalea (dolor de cabeza fuerte o débil y pulsátil o continuo), dificultad en el habla (les cuesta pronunciar las palabras correctamente), vértigo o mareo, confusión (no saben dónde se encuentran), alucinaciones, molestias abdominales (náuseas y/o vómitos) y pérdida de conocimiento (que puede desembocar en coma). Cualquiera de ellas debe ser considerada como importante y animarnos a avisar a los equipos sanitarios de emergencia o acudir a urgencias si el estado del enfermo lo permite.

Si observamos que una persona está sufriendo un golpe de calor y no podemos acudir a un centro sanitario, sería recomendable sacarle la ropa y aplicarle agua fría en una ducha o en una bañera (cuidadosamente para evitar que se ahogue, por ejemplo). Si es difícil encontrar estos elementos, podríamos ponerle hielo en las zonas laterales del tronco (a través de una fina tela o un papel y adosados al cuerpo). Si se encuentra consciente, debemos aportarle pequeños sorbos de líquidos fríos de manera continuada (agua, bebidas isotónicas, etc.). Si está inconsciente no se debería administrar ninguna bebida y la urgencia de avisar a los equipos sanitarios se multiplica exponencialmente.

La mejor opción es prevenir su aparición para evitar pasar un mal rato y las temibles consecuencias asociadas a su padecimiento. Los expertos señalan que las recomendaciones incluyen:

-Permanecer en lugares frescos y aireados evitando el sol directo sobre el cuerpo. La sombra de un árbol es la mejor opción porque es un medio natural que resulta muy refrescante.

-Evitar el ejercicio intenso durante las horas de más calor y baja humedad ambiental. Seguro que encuentras un momento más idóneo (y menos arriesgado) para practicar ejercicio.

-Mantener una hidratación continua a pesar de no sentir sed. Es importante beber continuadamente, especialmente agua, bebidas isotónicas y zumos naturales.

-Intentar que los desplazamientos coincidan con las horas de menos calor y utilizar el aire acondicionado a una temperatura fija y no muy baja en el vehículo de transporte.

-Elegir ropa de algodón, de colores claros, viseras, gorras, gafas, etc... para evitar que se produzca un aumento de temperatura incontrolado. Las fibras sintéticas y los colores oscuros no resultan adecuados en estas situaciones.

-Evitar el consumo de bebidas alcohólicas. Es un elemento que produce deshidratación y no se recomienda su consumo.

-Mantener el tratamiento indicado por el especialista y comentarle que nos vamos a desplazar a una zona diferente donde la temperatura va a ser superior a la habitual para nosotros. Puede ser necesario que modifiquemos algunas pautas que él debe indicarnos.

Cualquier duda debe ser consultada al médico. Nuestros hábitos influyen directamente en la reacción que sufrimos ante el calor y, ciertos tratamientos (ansiolíticos, diuréticos, etc...) nos hacen más susceptibles de padecer el golpe de calor. Lo mejor es prevenirlo.