Beatriz Fernández (nombre ficticio) tiene 57 años y comenzó a jugar al bingo a los 18 de mano de su padre. "Era un hábito social, se veía como algo normal que fueras a tomarte un café, cenar allí y jugar", explica esta coruñesa, quien añade: "Ibas invitada y encima si tocaba algo repartían contigo".

Una rutina que poco a poco se convirtió en una adicción. "De ir solo media hora pasas a estar allí dos horas, a reinvertir todo lo que te toca, llegas a pedir créditos o vender cosas con el fin de jugar", indica Beatriz, a quien le costó mucho reconocer que tenía un problema. "Mis hijos comenzaron a notar que jugaba mucho, pero yo lo negaba, les decía que iba solo a veces, que exageraban... realmente engañas a tu familia, pero también a ti mismo", indica esta coruñesa, quien con 56 años y alguna que otra deuda contraída abrió los ojos y pidió ayuda en Agalure para salir del juego. "Es cuando comienzas la terapia cuando realmente empiezas a ser consciente de lo que estabas haciendo, que tu cerebro no respondía, que perdiste el norte y que hay que volver a reeducarte", explica esta coruñesa, quien resalta el importante papel de la familia para superarlo. "Ellos son un apoyo tremendo. Cuando estaba enganchada mis hijos me decían 'es que no eres tú, tienes que volver a ser tu' y ahora estoy satisfecha porque tras un año sin jugar ves que tu familia está contenta, que vuelve a confiar en ti", explica.

Muy crítica con el "bombardeo de publicidad" de juego online o apuestas deportivas, también pide visibilizar a las mujeres ludópatas. "Hay que trabajar en prevención y eso pasa por regular la publicidad, no puede ser que personas como Ronaldo o Messi que son ídolos a imitar protagonicen estos anuncios. Hay que controlar mejor el acceso a salones y en el caso de las mujeres, visibilizarlas. Si entras en un bingo, el 80% son mujeres, pero se normaliza, no se le da importancia y sí la tiene", sostiene esta coruñesa.