Irene Fojo, con discapacidad intelectual y depresión, tiene claro que la mejor manera de sobrellevar el confinamiento es "tener la mente ocupada". Ella lo cumple a rajatabla. "Leo, hago manualidades, busco vídeos en internet, salgo a aplaudir a las ocho... el caso es tener siempre algo que hacer, que no me tenga que decir 'Y ahora, ¿qué hago?' porque eso me agobia", señala esta joven de 21 años y usuaria de la Federación de Asociacións de Familiares e Persoas con Enfermidade Mental de Galicia (Feafes), a la que agradece su servicio de ayuda telefónica. "Llamas en cualquier momento y ellos te dan un consejo y te hacen sacar una sonrisa", explica esta lucense que vive con sus hermanos.

Hasta el confinamiento obligatorio, Irene acudía todas las mañanas a clase, donde estudia 4º de ESO. Ahora tiene que realizar las tareas y los ejercicios en casa, pero reconoce que a distancia lo lleva peor. "De un día para otro tuve que dejar de ir al centro y en casa me cuesta bastante concentrarme para estudiar. Es cierto que hacen un seguimiento virtual, mandan emails con los trabajos o incluso te mandan mensajes para ayudarte, pero no estoy al 100% como en clase", indica esta joven, que en su momento ya probó con estudiar de modo semipresencial "y pasaba lo mismo, no me concentraba como en clase".

Pese a que los expertos aconsejan marcarse rutinas y nuevos hábitos diarios para el confinamiento obligatorio, Irene asegura que lleva bien la cuarentena pero que huye de este tipo de medidas. "Soy muy desordenada y me cuesta lo de seguir un horario. Llevo bastante bien la cuarentena pero sin rutinas, busco siempre cosas que hacer y cuando me apetece las hago", sostiene.

Irene intenta sacar algo positivo de toda esta nueva situación. "Te permite saber con quién puedes contar", comenta para dejar claro que "esto es un bache en la vida" y como cualquier otro "hay que esquivarlo". Y cuando se precise ayuda emocional, más allá de la familia, sabe que puede hablar con expertos de Feafes, centinelas de la salud mental.