"Lo que ha ocurrido con los mayores durante esta pandemia de coronavirus es una tragedia. Una masacre. No es que lo diga yo. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) se manifiesta en estos términos. En España han fallecido por Covid-19 más de 15.000 usuarios de residencias. Son casi el 70% de las más de 23.000 víctimas declaradas en todo el país. Han muerto muchos mayores, y lo han hecho solos. Una infamia. Además de preguntarse si es más mortal la enfermedad en este colectivo, hay que reflexionar sobre la respuesta que se ha dado a su situación". Con un discurso que entremezcla rabia, resignación y tristeza, el presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría, Miguel Ángel Vázquez, reflexiona en este reportaje sobre las causas de la que ya califica como "la mayor tragedia que hemos tenido en relación con las personas mayores en muchos sitios". "El pánico y el miedo al colapso sanitario llevaron a la sociedad a priorizar y a normalizar lo que, obviamente, no es normal", sentencia.

Vázquez diferencia "dos fases" en el abordaje de la pandemia de Covid-19 en España, en lo que respecta a los mayores que viven en centros residenciales. "Una primera fase localizada en la Comunidad de Madrid y en Cataluña, que cogió a todo el mundo de imprevisto. Nuestro sistema sanitario, tan brillante y desarrollado, no estaba preparado para una situación semejante. Y una segunda etapa, que ya se extiende al resto de las autonomías -incluida Galicia-, en la que el sistema sanitario se reorganizó, paralizando la actividad ordinaria, posponiendo lo que no era urgente, reservando algunos servicios hospitalarios para lo que pudiese venir... En la comunidad gallega, los hospitales estaban los primeros de la pandemia a algo más de un 40% de ocupación. Sin embargo, se optó por dejar a los mayores con Covid-19 en las residencias. Es verdad que donde peor está una persona mayor es en el hospital, pero estos centros son para lo que son: atender dolencias que no pueden ser tratadas en el entorno del enfermo. Creo que el pánico de esos primeros momento influyó, para mal, en la respuesta sanitaria a este colectivo", sostiene.

El presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría recuerda que, ya en el mes de marzo, esta entidad elaboró un documento (que puede ser consultado en su página web ) en el que sugerían la adopción de una serie de medidas en las residencias de mayores. Un texto que hicieron llegar tanto a las consellerías de Política Social y Sanidade, como al Ministerio de Sanidad. "Dijimos que había que realizar pruebas de detección precoz en las residencias, que es lo que se está haciendo ahora, y abogábamos por sacar a los positivos de ahí. La potencialidad de contagio de este corovirus es muy elevada. Dejar a personas infectadas dentro de una comunidad cerrada no nos parecía la mejor actitud desde el punto de vista epidemiológico. Lo sucedido, por desgracia, viene a darnos la razón. Más de 15.000 muertos en residencias de toda España nos tienen que hacer pensar que las cosas no se hicieron bien. Y lo grave no es que no se pudiesen hacer mejor, es que no se tuvieron en consideración estas circunstancias", subraya Vázquez, quien reconoce que, "probablemente, el sistema sanitario desconocía cuál era el mundo residencial en España". "Las residencias están pensadas para la convivencia y tienen muy pocos recursos sanitarios. Y tampoco tienen por qué tenerlos. Duplicar los servicios empobrecería su calidad", asegura.

La alternativa propuesta desde la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría fue la creación de "servicios intermedios" -las denominadas "residencias integradas"- para trasladar a los mayores infectados. "En las residencias no pueden estar porque son un vector de contagio muy potente, porque la estructura de estos recientes no es la adecuada (habitaciones dobles en la mayoría de los casos, espacios compartidos...) y porque su personal no está cualificado para tratar a enfermos con patologías infecciosas, sino para atender las necesidades de la vida diaria de los mayores. Gerocultores y cuidadores están formados en psicología del envejecimiento; en asistencia en actividades como el aseo, la comida o el vestirse. Están orientados a la animación cotidiana. Pero no están entrenados en enfermedades infectocontagiosas. Quien se encarga de atender ese tipo de dolencias son los servicios de Medicina Interna de los hospitales", recalca Miguel Ángel Vázquez, quien reconoce que la propuesta realizada por la sociedad científica que preside fue bien acogida por la Consellería de Política Social. "Nos escuchó y tuvo en cuenta nuestra opinión. Su apuesta fue arriesgada pero fundamentada, porque contaba con el criterio de los profesionales. Más complejo resultó coordinarse con el sistema de salud. Se llegó un poco tarde. Ahora mismo, por ejemplo, sí se están realizando pruebas de detección precoz en todas las residencia de mayores de Galicia, incluso sin que apareciesen casos. El problema es que todavía hay centros que albergan a usuarios con Covid-19. Y nosotros seguimos pensando que esto es un error", señala.

El presidente de la Sociedade Galega de Xerontoloxía e Xeriatría explica que en los "centros integrados" hay "personal cualificado, formado, con equipos de protección, y que esos recintos "se han organizado con flujos por niveles e riesgo (de riesgo 3, muy alto, a riesgo 0, asumible)". "Además, todo se procesa de un modo diferente: la comida, la basura, los residuos sanitarios... Hay personal médico y de enfermería las 24 horas. Todo eso redunda en que registren una menor mortalidad", asegura.

Miguel Ángel Vázquez insiste en que la tragedia de las últimas semanas "nos tiene que hacer reflexionar como sociedad". "Quizás haya que cambiar los modelos de residencia, pero lo que está claro es que hay que reformular nuestro modelo social", apunta, y comenta, con evidente desesperanza: "Me llama poderosamente la atención que mientras cientos de personas fallecían en residencias de toda España, la mayoría de la gente estuviese escondida debajo de las sábanas, diciendo "bueno, solo se mueren los mayores". No soy sociólogo, pero creo que esa conspiración del silencio en torno a esos decesos en unas condiciones que todos conocíamos, porque sabíamos que en esos centros ya no se podía entrar ni salir, debería ser analizada", concluye.