Paciencia. El proceso de producción de la vacuna contra el coronavirus lleva su tiempo. No es algo de hoy para mañana. Mientras tanto, los científicos invitan a pensar en un plan B. En esta ocasión sí lo hay.

El mundo de la ciencia, las farmacéuticas y los gobiernos están comprometidos a encontrar una vacuna eficaz contra el coronavirus, con inversiones de miles de millones de dólares y de euros, lo antes posible. Pero también existe la posibilidad, pese a los intentos, que esta no se desarrolle o tarde más de la cuenta. Frente a la hipótesis de que el virus desaparezca de la faz de la tierra gracias a una inyección está la de aprender a convivir con él y combatirlo con los fármacos adecuados, cuenta Corriere della Sera. Se suceden los anuncios sobre los pasos que se están dando para inmunizarnos y cada vez son más los expertos que consideran seriamente la posibilidad de que la solución no llegue.

Cristina Marrone escribe cómo Anthony Fauci, el inmunólogo del grupo de trabajo de la Casa Blanca, habla de 18 meses de espera. Otros científicos son más cautelosos porque hay sistemas biológicos no mecánicos en juego y depende mucho de la manera en que reaccione el organismo. El periódico milanés explica que en el proceso de producción, la parte más difícil es demostrar que la vacuna funciona y es segura: no se puede correr el riesgo de inocular algo que en lugar de defender el cuerpo cause efectos secundarios. Las técnicas para producir vacunas son variadas, tienen tiempos diferentes en sus diversas fases, y completar la investigación en un año y medio sería una hazaña nunca antes lograda. Fauci es posible que peque de optimismo antropológico.

"Hay un centenar de proyectos en estudio con diversas técnicas, cada una de las cuales tiene ventajas y desventajas. No sabemos cuál de los candidatos alcanzará el resultado deseado", comenta Sergio Abrignani, inmunólogo de patologías de Milán. "En circunstancias normales, lleva de cinco a diez años, con un promedio de ocho, que las farmacias dispongan de vacuna. En mi experiencia, a pesar de todos los atajos necesarios, será difícil tenerla antes de dos años si queremos garantizar un par de cosas fundamentales: que sea segura y tenga una respuesta inmune protectora y duradera. Cuando escucho a alguien decir que habrá una vacuna en septiembre, es ciencia ficción para mí, aunque me encantaría que me demostrasen lo contrario".

Por este motivo, los expertos sugieren a los gobiernos que empiecen a pensar en un plan B de larga convivencia con el virus o, lo que es lo mismo, con una enfermedad que no se puede eliminar. Corriere della Sera pone el ejemplo de que gracias a los antivirales, el VIH se ha convertido en una enfermedad crónica y ya no es una sentencia de muerte como lo fue en la década de los ochenta. Los científicos también están trabajando con Covid-19 para encontrar curas con medicamentos viejos y nuevos, pero los estudios se hallan en las primeras etapas. Uno de ellos es el remdesivir, el fármaco utilizado contra el ébola; otro, los tratamientos con plasma sanguíneo; o la hidroxicloroquina, que, sin embargo, parece causar trastornos del ritmo cardíaco, y la cloroquina, útil en las primeras etapas de la enfermedad. No hay, en cambio, ensayos controlados aleatorios. Un segundo problema sería la producción a gran escala. Se estudian hasta 270 terapias, pero menos del 10 por ciento de estos ensayos clínicos han sido aprobados en el caso de Estados Unidos. El resto falla: no son efectivos, ni mejores que los medicamentos existentes, o tienen demasiados efectos secundarios.

Convivir con el virus significará revolucionar las vidas. Portar una mascarilla, escribe Marrone, puede llegar a hacerse tan habitual como llevar encima el teléfono móvil. La tos se verá a partir de ahora como una amenaza más grave que antes. El otoño de 2020 no será lo mismo que el de 2019. Los escenarios posibles son muchos: desde una proyección de cientos de miles de muertes en agosto, olas duraderas y feroces, hasta una "nueva normalidad", con brotes de Covid-19 durante al menos un par de años. A corto plazo, nada volverá a ser igual. Alguien ha jugado demasiado con los murciélagos o se ha expuesto negligentemente a ser transmisor en los laboratorios víricos. Utilicen la posibilidad que prefieran de las dos. O ambas.

Las normas de la playa

Pero mientras aguardamos el otoño llegará el verano. Los principales periódicos italianos destacan en sus ediciones las normas de la playa. Conte busca la tregua estival para un pueblo agotado por el confinamiento. La llamada fase 2 del coronavirus contempla, al menos, cinco metros de distancia entre las filas de las sombrillas en los lidos, y cuatro entre una y otra, informa el diario turinés La Stampa. Para las tumbonas y toallas, cuando no estén bajo una sombrilla, la distancia mínima de las de los vecinos debe ser de dos metros, salvo si se trata de una misma familia.

Se establecerán franjas horarias, los socorristas tendrán que desinfectar el material utilizado por los bañistas después de cada uso. Piscinas, cerradas. Distanciamiento social tanto en la arena como en el agua. En los restaurantes, los clientes tendrán que utilizar la mascarilla excepto para comer, que podrán quitársela. Sí, en cambio, deben usarla en los prolegómenos y a la hora de pedir la cuenta. Si quieren prueba de fuego para Italia aquí la tienen: no la hay mayor que evitar el hacinamiento en su verano menos azul.