Un hogar que les permitiese pasar el confinamiento lejos de un centro de menores. Esto es lo que necesitaban, en plena pandemia, dos hermanos de uno y dos años cuyos padres no podían hacerse cargo de ellos y para los que Cruz Roja y la Xunta buscaron una familia de acogida que encontraron en A Coruña. Veteranos en acoger temporalmente a menores en casa -han ayudado a una decena de niños desde hace 20 años-, María Isabel García y Juan Sevilla no lo dudaron cuando sonó el teléfono. "Esta crisis es mucho más que sanitaria, hay personas sin red social a las que les han cerrado las guarderías y no pueden dejar de trabajar, por ejemplo, así que no lo dudamos", indica María Isabel, quien asegura que el miedo al contagio ni se les pasó por la cabeza. "El riesgo lo hay en otras situaciones como ir al súper y aquí mantenemos siempre las medidas de seguridad", explica.

Con otro adolescente de 13 años ya en acogida desde noviembre, la llegada de los dos bebés obligó a esta familia coruñesa a adaptarse a la nueva situación. "Una acogida siempre es un reto porque supone que una persona desconocida se integre en el día a día de la familia y nosotros también tenemos que adaptarnos a ella. Además de cuestiones de logística como colocar literas, preparar la habitación, etc...", indica María Isabel, quien reconoce que en el mes que los pequeños llevan con ellos -primero de forma permanente y ahora en modalidad de acogimiento de día (de noche van a dormir con su familia biológica)- la adaptación ha sido excelente. "Están disfrutando mucho, se lo pasan pipa porque son el centro de atención pero no podemos tampoco acostumbrarlos mal", sostiene esta coruñesa.

Pese a llevar 20 años en el banco de familias del programa Acollemento Familiar que gestionan Xunta y Cruz Roja, María Isabel y Juan nunca habían vivido un acogimiento similar al de estos meses, donde el confinamiento obligatorio impedía que los pequeños pudiesen tener contacto con su familia biológica, algo que salvo casos excepcionales suele mantenerse durante el tiempo que dure la acogida. "En el caso del menor de 13 años fue fácil porque aprovechamos las plataformas digitales y a través de videollamadas o Skype pudo hablar con ellos. No es lo mismo que el contacto físico pero estábamos todos igual", indica María Isabel, quien añade: "Fue más difícil con los pequeños porque tienes que procurar que no pierdan el vínculo con su madre y creen unos nuevos".

El objetivo del programa Acollemento Familiar es encontrar un hogar en el que menores de edad puedan vivir de forma temporal mientras sus padres biológicos solucionan los problemas (económicos, sociales, de salud, etc...) que les impiden hacerse cargo de su cuidado. "La gente siempre se pone en lo peor y piensa en niños que vienen de chabolas o padres en la cárcel y no tiene porqué. Puede ser simplemente una mamá que no tiene guardería o que tiene que ir al hospital y no tiene quien se haga cargo de los niños", explica María Isabel, quien cree que todo el mundo debería "estar obligado por ley a acoger al menos una vez en la vida porque te enseña muchas cosas". "Aprendes de otras culturas, de otras formas de vida y en mi caso que tengo tres hijos biológicos, esto les ha enseñado a compartir y a aprender que no hay solo un mundo A sino un mundo B, un mundo C, etc... y que hay familias con problemas", añade.

Esta pareja coruñesa, con tres hijos biológicos, siempre tuvo claro que era un derecho de la infancia "el poder vivir en un entorno familiar" y que no podía ser que esta oportunidad dependiera "de donde nazcas". "Siempre asumimos que como comunidad teníamos que hacer algo, estar ahí, es como una especie de vocación y tras preguntar en muchos sitios descubrimos el programa de Acollemento Familiar y vimos que era lo que buscábamos", explica María Isabel, por cuya casa han pasado más de una decena de menores, casi siempre grupos de hermanos, cuya estancia media es "de unos tres años". "Lo que vives en la infancia condiciona tu vida de adulto y creo que las familias de acogida podemos ayudar y cuidar a estos niños con situaciones familiares complicadas", indica.

Convencida al 100% de que es un deber ayudar a mejorar temporalmente la vida de pequeños en situaciones delicadas, María Isabel tiene claro que no sirve la excusa de "es que yo no puedo". "Entonces hay que plantearse ¿y por qué no puedes? No se necesita una casa de oro ni un coche que vuela, ni altas capacidades. Esta pandemia ha demostrado que se necesita volver al sentimiento de comunidad y esto es un hoy por ti y mañana por mí", indica esta coruñesa, quien cree que es una experiencia muy satisfactoria y quien hasta ve el lado bueno a las continuas despedidas de quienes viven temporalmente en su hogar. "Está claro que da pena pero también es una alegría porque significa que ya puede volver con su familia y que hay hueco por si otro niño lo necesita. Esto no es una adopción y es algo que te dejan claro desde el principio", señala esta coruñesa que anima a todo el mundo a ayudar de este modo a los más pequeños.