Correos electrónicos internos revelan presiones en el entorno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para buscar la inmunidad de rebaño sin vacuna. Uno de sus consejeros científicos, Paul Alexander, escribió repetidamente a sus jefes del Departamento de Salud urgiéndoles a adoptar esta estrategia, que evita los confinamientos y expone a la población de teórico bajo riesgo, protegiendo solamente a mayores y vulnerables.

“Necesitamos establecer un rebaño, hay que permitir que los grupos de no alto riesgo se expongan al virus. Punto”, sentenciaba el 4 de julio Alexander en uno de sus mensajes, obtenidos por un miembro del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes y publicados por Politico. “Bebés, niños, adolescentes, jóvenes, adultos jóvenes, de mediana edad sin enfermedades, etc, tienen un riesgo de cero a poco... Así que los usamos para desarrollar [inmunidad de] rebaño... Queremos que se infecten...”, agregó el epidemiólogo canadiense, que ya no está en ese puesto.

El 24 de julio, Paul Alexander, volvía a reclamar la “exposición natural” al SARS-CoV-2 de niños y jóvenes en un mensaje dirigido a una decena de altos cargos. Uno de ellos, Michael Caputo, subsecretario de Salud, le pidió que supervisase la idea.

No es la primera vez que se aboga por este plan en el entorno presidencial. The Washington Post publicó en agosto que un asesor de la Casa Blanca, Scott Atlas, propuso también la inmunidad grupal. El diario estadounidense calculó que lograrla supondría infectar al 65% de los estadounidenses, lo que se traduciría, considerando una tasa de letalidad del 1 por ciento, en 2,13 millones de muertes.

Ochenta científicos, entre ellos el español José María Martín-Moreno, catedrático de la Universidad de Valencia, firmaron en octubre el memorándum John Snow, una carta abierta en The Lancet en la que calificaban la búsqueda de la inmunidad de grupo sin vacuna —defendida por tres científicos en la declaración de Great Barrington— de “falacia peligrosa”.

La Casa Blanca siempre ha negado perseguir la inmunidad de rebaño, aunque en la práctica su enfoque se asemeja al de Suecia, cuyas autoridades pidieron el uso de mascarillas y la distancia social pero no impusieron cierres ni confinamientos para salvar su economía. El resultado ha sido que Suecia (7.802 muertos para 10,2 millones de habitantes) sufre una de las tasas de infectados y fallecidos más altas del mundo, mucho mayor que sus vecinos escandinavos de Finlandia (484 y 5,5), Noruega (402 y 5,3) y Dinamarca (975 y 5,8). Además, la caída de su PIB ha sido similar o mayor que la de los países de su entorno. El epidemiólogo oficial de Suecia, Anders Tegnell, admitió ya en junio que habían muerto demasiadas personas, y el rey Gustavo lamentó ayer que su país no supo proteger a los mayores.

Mucho antes que Suecia rectificó su estrategia Reino Unido. Lo hizo en marzo, semanas antes de que su primer ministro, Boris Johnson, ingresase en la UVI por COVID-19.

Récord de muertes: 3.784 en un día

Estados Unidos volvió a romper el miércoles con 3.784 su récord diario de fallecidos por COVID-19, según datos del recuento independiente de la Universidad Johns Hopkins. El miércoles también se rompió el récord de nuevos casos con 250.458 infecciones. El balance total se elevaba así a 16.931.636 casos y 307.076 muertos. El estado de Nueva York sigue como el más golpeado del país por la pandemia con 35.927 muertos, seguido por Texas (24.896), California (21.654), Florida (20.204) y Nueva Jersey (18.003). Otros estados con un gran número de muertos son Illinois (15.777), Pensilvania (13.109), Michigan (11.588) y Massachusetts (11.513). En cuanto a contagios, California suma 1.683.606, le sigue Texas con 1.531.067, Florida es tercero con 1.155.335, Illinois es cuarto con 870.600 y Nueva York quinto con 804.555. El balance provisional de fallecidos —307.076— supera con creces la cota más baja de las estimaciones iniciales de la Casa Blanca, que proyectó en el mejor de los casos entre 100.000 y 240.000 muertes a causa de la pandemia.