Sharm el-Sheikh ha sellado un pacto agridulce. Por un lado, la cumbre del clima de este año ha conseguido crear el primer fondo especialmente dedicado a paliar las pérdidas y daños del caos climático en las zonas más vulnerables del planeta. Pero por otro lado, la declaración final de este encuentro no ha conseguido ni reforzar el compromiso con los recortes de emisiones ni dibujar el claro fin de los combustibles fósiles. Esta es la ambivalencia que para algunos significa el fracaso de la cumbre y para otros apunta a un éxito a medias. O a un paso demasiado pequeño para hacer frente a algo tan grande como el avance de la crisis climática.

El balance final de la cumbre del clima de Sharm el-Sheikh depende, en gran parte, del acuerdo concreto que se mire. La creación del nuevo mecanismo económico para ayudar a las grandes víctimas de la crisis climática ha sido definida como el gran (por no decir el único) éxito de este evento. “Han sido más de treinta años de lucha que por fin se han materializado”, ha destacado Molwyn Joseph, ministro de Medio Ambiente de Antigua y Barbuda y presidente de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (Aosis). “Antes de esta cumbre, el debate sobre pérdidas y daños ni siquiera estaba en la agenda. Con la firma este pacto estamos haciendo historia”, ha añadido Mohamed Adow, de la plataforma ecologista Power Shift Africa.

El despegue de este nuevo fondo ha sido muy aplaudido, pero el detalle sobre su recorrido no tanto. Sobre todo porque, según recoge el pacto final, Egipto solo pone en marcha la idea pero delega la ejecución definitiva a la cumbre del año que viene de Dubái (COP28). Será entonces cuando se reabra el debate sobre quién, cómo y en qué proporción debe aportar dinero a este fondo y quiénes serán los países que podrán beneficiarse de él. “Queda mucho trabajo por hacer. No tendremos justicia hasta que el dinero comience a fluir hacia las comunidades vulnerables”, destaca la activista ugandesa Vanessa Nakate. El punto que ha cosechado más críticas es la falta de avances en el compromiso global para reducir emisiones. Europa se ha mostrado particularmente crítica con el pacto sellado ayer.

El vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, afirmó estar “decepcionado” con el redactado final del texto. En parte por la falta de “mensaje más fuerte”. Y en parte, por haber “perdido el empuje” logrado en Glasgow. En esta misma línea se pronunció la vicepresidenta española, Teresa Ribera. “El acuerdo de Sharm el-Sheikh ha conseguido poner muy poco más encima de la mesa. Seguimos avanzando en temas de mitigación, pero muy por debajo de nuestras expectativas”, afirmó ante las puertas del plenario.

La falta de avances en el compromiso global para reducir emisiones también ha sido duramente criticada por el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Gutérres. “Esta cumbre concluye con muchas tareas pendientes. Ya estamos a la mitad de camino entre el Acuerdo de París y la fecha límite de 2030 y todavía necesitamos ponernos manos a la obra para reducir las emisiones de manera inmediata”, declaró Gutérres tras la publicación del acuerdo de Sharm el-Sheikh, lamentando que este debate “no se ha abordado como debería” en la cumbre de este año.

Todo apunta a que gran parte de este debate se podría haber visto influenciado por el lobi de los combustibles fósiles, que según algunas estimaciones habría enviado a más de 600 delegados a la cumbre del clima de este año. Son muchas las voces que denuncian la presión que habría ejercido esta industria para diluir algunos mensajes (como el lenguaje para hablar de la progresiva reducción del carbón) y eliminar muchos otros (como los relativos al fin de las explotaciones). “La presidencia egipcia ha elaborado un texto que protege claramente a los productores de petróleo y gas, así como a la industria de los combustibles fósiles. Esta tendencia no puede continuar en la cumbre del año que viene de los Emiratos Árabes Unidos”, alertó Laurence Tubiana, de la Fundación Europea del Clima.