La defensa de Daniel Sancho trabaja para eludir su traslado a Bangkok

El abogado del acusado dice que el joven cocinero “sabe lo que hizo” | El hijo de Rodolfo Sancho podría estar seis meses en Koh Samui antes de ir a la prisión de la capital

El abogado de Daniel Sancho, Khun Anan, ayer a la entrada de la cárcel. |  // L.O.

El abogado de Daniel Sancho, Khun Anan, ayer a la entrada de la cárcel. | // L.O. / Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

La postal chirría con las siniestras descripciones del sistema penitenciario tailandés que estos días alertan de los horrores que puede afrontar Daniel Sancho, que mató y descuartizó a su acompañante. En el fondo de un valle exuberante descansa la cárcel de Koh Samui. Manda el verde también en el interior, los detalles joviales acercan la cafetería a una guardería, no asoman los guardias, varias esculturas de delfines no desentonarían en un parque de atracciones y cuesta identificar el pabellón de los presos. Ahí se encuentra Daniel Sancho y así conoció ayer a su letrado.

La defensa de Daniel Sancho trabaja para eludir su traslado a Bangkok

La defensa de Daniel Sancho trabaja para eludir su traslado a Bangkok / Adrián Foncillas

Ningún periodista tailandés estaba entre la nutrida comitiva española que esperaba su visita para otro aluvión de novedades que nutra este truculento y desquiciado caso. El abogado defraudó. Khun Anan llegó al mediodía, estuvo reunido con Daniel una hora y antes y después habló, poco, con los periodistas. Aclaró que Daniel “está relajado”, que “sabe lo que hizo”, que “planea ya cómo vivir en la cárcel” y que entre todos trabajarán para arreglar el caso cuanto antes. “Le he explicado ya el proceso”, añadió. A su salida, a través de la ventanilla de su coche, calculó que su defendido se mantendrá unos seis meses en esa cárcel. Se enredó al aludir a un abogado español que lo habría contratado y excusó su silencio sobre la llegada del padre del acusado y otras cuestiones.

La asistencia legal es la única excepción al protocolo de aislamiento carcelario contra el coronavirus. El resto de estos 10 días los pasará presumiblemente solo, a pesar de que la prensa local especula con la visita inmediata de su padre, el actor Rodolfo Sancho. Encerrado ya el acusado, que colaboró durante la investigación policial, y confirmada la discreción del abogado, al caso se le agotan las fuentes.

Lo que resta es inercia. Serán dos o tres meses de más investigaciones policiales hasta la entrega del escrito a la Fiscalía y la apertura del juicio. Es probable que la alarma social y la contundencia de las pruebas aligeren los plazos, sostienen los expertos. Este caso, sin embargo, palidece frente a la atención que le dedicó la prensa local a otro asesinato y descuartizamiento con españoles de por medio, el de Artur Segarra y David Bernat como culpable y víctima. De hecho, el mes pasado, la ciudad tailandesa de Pattaya, epicentro del turismo sexual, registró otro asesinato con descuartizamiento: el de un ciudadano alemán llamado Hans-Peter Mack.

Por su parte, el diario Bangkok Post recuperó ayer su atención tras días de barbecho. Asegura que la policía aún sigue buscando piezas del cadáver del cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta que Sancho presuntamente desperdigó por el litoral en unas horas de frenesí. Por lo visto, cambió su plan de hundirlos todos en el mar cuando comprobó que no cabían en sus bolsas.

También desvela que ambos se conocieron en Instagram y mantuvieron una relación de más de un año. El médico colombiano —que había invertido dinero en negocios de Sancho— habría amenazado al cocinero con desvelar unas fotos que “enfadarían” a su familia cuando este quiso romper.

En su versión, el español asegura que quería romper la relación cuando Arrieta visitó la isla, pero su insistencia en el sexo le hizo perder la cabeza y golpearlo. Sin embargo, la teoría del arrebato tiene un encaje complejo con su compra, el día anterior, de guantes, bolsas y un cuchillo de carnicero. El tribunal dictó el lunes su prisión incondicional por los delitos de asesinato premeditado y ocultación de pruebas.

No le espera al letrado una tarea fácil. De su destreza depende que Sancho cambie la prisión de Koh Samui a otra de máxima seguridad con los campeones del crimen. Será probablemente Bang Kwang, más conocida —y temida— como el Hilton de Bangkok por la brecha que la separa de un hotel de lujo: hacinamientos, comida tan escasa como repulsiva y ninguna defensa contra el calor húmedo. Ahí se juntan los tailandeses con los crímenes más terribles y la mayoría de los extranjeros. En Bang Kwang también está, casi una década después, Artur Segarra.