El desafío climático

Las soluciones a la crisis alimentaria: reducir el consumo de carne, de agua y las semillas manipuladas

Los expertos coinciden en la necesidad de reformar la industria alimentaria para conseguir alimentar a un mundo cada vez más poblado pero de la forma más sostenible posible

Las soluciones a la crisis alimentaria: reducir el consumo de carne, de agua y las semillas manipuladas.

Las soluciones a la crisis alimentaria: reducir el consumo de carne, de agua y las semillas manipuladas.

Patricia Martín

La agricultura y ganadería son culpables y víctimas del cambio climático. Culpables, dado que emiten en torno al 22% de los gases contaminantes, según el IPCC (el grupo de expertos de la ONU) y víctimas porque sufren la sequía, los fenómenos extremos o la degradación del suelo. Asimismo, son parte de la solución, dado que la agricultura sostenible puede reducir las emisiones y absorber CO2, de forma que se reduzca el impacto del calentamiento global.

Los expertos coinciden en la necesidad de reformar la industria alimentaria para conseguir alimentar a un mundo cada vez más poblado pero de la forma más sostenible posible. Ahora bien, no hay un consenso general sobre cómo hacerlo. Las principales organizaciones ecologistas, así como las grandes agencias de salud pública, apuestan por medidas como reducir el consumo global de carne —dado que la ganadería es uno de los principales sectores emisores de metano— y aumentar la biodiversidad, mientras que los productores están poniendo en marcha medidas de adaptación, sobre las propias explotaciones, más modestas pero encaminadas también a mitigar el cambio climático.

Estas son las principales respuestas planteadas desde el ámbito alimentario a la crisis climática.  

Reducción del consumo de carne

La ganadería es la responsable de 75% de las emisiones del sector primario español, sobre todo de gas metano. Ante ello, organizaciones ecologistas como Greenpeace reclaman reducir el consumo de carne y aumentar la ingesta de alimentos vegetales. La Organización Mundial de la Salud también va en esta línea con su idea de 'dieta planetaria'. "Un cambio a una dieta con más proteínas vegetales (como judías, garbanzos, lentejas, nueces y cereales), con la consiguiente reducción de alimentos de origen animal (carnes y lácteos) y menos grasas saturadas (mantequillas, leche, queso, carnes, aceite de coco o de palma) puede llevar a una importante reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero si lo comparamos con los patrones dietéticos prevalentes en la mayoría de países industrializados", resume el organismo internacional.

En el caso de España, teniendo en cuenta que el 66% de la superficie agraria del país se destina a alimentar a animales de granjas, si se redujera la ganadería, se recuperaría terreno para destinarlo a alimentos vegetales.

Aumentar la biodiversidad

Cerca del 75% de los cultivos depende de animales polinizadores como abejas o mariposas, cuyas poblaciones se están reduciendo debido al cambio climático. Por ello, detener esta merma ayudaría a mitigar los efectos del calentamiento sobre el sector. Además, “el aumento de la biodiversidad genera agroecosistemas mas equilibrados, con mayor capacidad de adaptación a perturbaciones. Se puede aumentar de muchas maneras, la primera es integrar la ganadería y la agricultura, creando agrosistemas autosuficientes de forma que los vegetales alimenten a los animales y los desechos de estos alimenten el suelo. Otra vía es introducir cubiertas vegetales que aumenten la captura de CO2”, explica Concepción Fabeiro, presidenta de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica.

Agricultura de conservación

En línea con lo anterior, para detener la erosión del suelo se están plantando cubiertas vegetales entre los cultivos leñosos, “de forma que si llueve no se pierdan tantos nutrientes”, apunta César Marcos, coordinador de la Alianza por una Agricultura Sostenible (ALAS), que agrupa a los principales productores españoles. Al mismo tiempo, cada vez más cultivos se efectúan sin labrar el suelo, para que los restos de la cosecha anterior ayuden a retener el agua, se pierdan menos fertilizantes y se ahorre el combustible que emplea el tractor en la labranza. En cinco años se han multiplicado por cinco las hectáreas dedicadas a la llamada agricultura de conservación, hasta llegar a 2,2 millones de hectáreas.

Riego por goteo

Para reducir el consumo de agua, se están implantando dos sistemas, el riego por goteo y por aspersión. Estas tecnologías permiten calcular la cantidad de agua necesaria, elemento especialmente importante en épocas de sequía. Según el Ministerio de Agricultura, en los últimos 25 años se ha reducido en España el uso de agua en más de 3.000 metros cúbicos por hectárea y ahora se aplica “riego eficiente” a casi el 53% de la superficie de riego.

Manipulación genética de semillas

La Unión Europea está estudiando la posibilidad de autorizar la comercialización de semillas manipuladas con técnicas genómicas que permitan plantas más resistentes a las plagas, a la sequía y mejoren el rendimiento de los cultivos al producir más con menos recursos. En la actualidad no se pueden vender en la UE porque están consideradas como transgénicos pero “es la gran esperanza del sector”, según el coordinador de ALAS. 

Alimentación del ganado

En el sector ganadero, las iniciativas se centran en mejorar la alimentación de los animales, de forma que estos emitan menos gases, en la reducción y aprovechamiento de los residuos y en controlar todos los parámetros de la ganadería intensiva.

Biocombustibles

Aunque a principios del siglo XXI Europa incentivó el uso de biocombustibles, utilizar cultivos alimentarios para producir biocarburantes cuando el mundo está en expansión y cada vez se necesitan más recursos para alimentar al planeta tiene muchos detractores. “El mayor desperdicio que se están produciendo en la sociedad occidental es el uso de cultivos en la producción de biocombustiles”, lo que supone un “desperdicio de recursos”, sostiene desde el ámbito científico Francisco Villalobos, del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC. En línea con sus detractores, la UE ha impuesto un “tope” a los biocombustibles, que se ha demostrado que no generan una reducción neta de CO2.