Gloria Lomana | Periodista y experta en liderazgo femenino

“Ver a mujeres en el poder es transformador”

“Allá donde median las mujeres, la paz es más duradera”. “Las jóvenes llevan el gen de la igualdad en el ADN”

juan fernández

Ejerció el periodismo de primera línea en las calles, los platós y los despachos, entrevistó al who is who de la vida pública española de las últimas tres décadas, y hace cuatro años, tras haber dejado los informativos de Antena 3 que dirigió durante más de una década, fundó 50&50 Gender Leadership, una consultora con la que quiere animar a las mujeres a liderar el mundo. Su preocupación, y su ilusión, son las jóvenes. “Llevan el gen de la igualdad en el ADN”, asegura.

¿El poder sigue siendo un espacio vedado para las mujeres?

Llegar arriba cuesta. No es que cueste, es que todavía no se produce. Las mujeres tenemos que esforzarnos mucho más para conseguir posiciones de poder. Las chicas estudian mejor, hacen más, terminan las carreras en tiempo récord, tienen los mejores currículums, entran al mercado laboral destacando, pero luego acaban rompiendo sus carreras y no llegan a las posiciones que tienen los hombres.

¿A qué se debe?

Todo esto sería distinto si tuviéramos en esas posiciones destacadas, en condiciones de igualdad, a más mujeres. Porque el poder es transformador. Por eso necesitamos más mujeres en el poder. Necesitamos que se vea el alma con que las mujeres actuamos.

¿El hombre se resiste a ceder el poder?

La posición de privilegio la han ejercido siempre los hombres y, voluntariamente, no han querido cederla hasta ahora. Te sigues encontrando a hombres resistentes y a algunos que, incluso, te dicen que tienen miedo a las mujeres. ¿Perdona? A esos hombres les digo: piensa en tu hija y verás que lo que quieres para ella es igualdad de oportunidades, respeto, seguridad. Hablamos de mismo salario, igualdad de competencias y mismo trabajo, hablamos de todas esas brechas que permanecen todavía.

¿Se sigue dudando de la capacidad de la mujer para liderar?

Existe una inercia a pensar que las mujeres ejercen un liderazgo más débil. En el pasado se dudaba de su capacidad para liderar porque se las consideraba emotivas, incluso lloronas, y así no iban a poder aplicar esa verticalidad con la que se actuaba. Pero pensemos de dónde venimos: Margaret Thatcher fue al logopeda porque quería que su voz sonase más masculina. Esto ha pasado hace nada, es el mundo del que venimos.

¿Qué opina de los precipicios de cristal? ¿Tiene la impresión de que se acude con más frecuencia a las mujeres cuando hay que dirigir situaciones difíciles?

Sí, llaman a las mujeres cuando necesitan soluciones porque somos unas solucionadoras natas, y sí, se utiliza a las mujeres más en los momentos complicados, pero creo que al final ellas no caen al precipicio. Cae la empresa o quien ha tomado las decisiones tarde, o quien ha utilizado a una mujer como solución cuando ya no había solución. Las mujeres tenemos una resiliencia impresionante. Si estuviéramos incorporadas a las organizaciones en igualdad de condiciones con los hombres desde el principio, no se darían esas situaciones ni habría esos precipicios.

¿Las mujeres lideran de forma diferente a como lo hacen los hombres?

Me gustaría pensar que no hay liderazgos femeninos ni masculinos, pero hay que reconocer que quienes han gobernado de manera vertical, los del ordeno y mando, han sido siempre los hombres. Las mujeres estaban reservadas a la esfera privada donde escuchaban, meditaban, tendían la mano y eran las CEO de esas micropymes que son las familias. No actuamos con testosterona ni con improntas rápidas, tenemos una mirada más pausada e intentamos buscar siempre el beneficio de todos los equipos. ¿Eso es liderar en femenino? Ojalá llegue un tiempo en que no tengamos que distinguir entre liderazgo femenino y masculino porque los hombres también lideren así.

¿Ese momento ha llegado ya?

Tengo clarísimo que las mujeres tenemos una manera de liderar más acorde a este momento histórico. La sociedad de hoy demanda liderazgos humanistas, que es lo que nosotras hemos hecho toda la vida, con esas habilidades que buscan el acercamiento para empatizar, conectar, escuchar y mediar. Allá donde median las mujeres, la paz es más duradera.

Un estudio revela que cada vez hay más altas ejecutivas que renuncian al cargo porque se sienten quemadas. ¿Qué opina?

Seguimos hablando de conciliación cuando deberíamos hablar de corresponsabilidad, y esto no lo hemos asumido todavía. Esas obligaciones, esa carga, ese sentimiento de culpa por no llegar a todas las obligaciones que una mujer cree que tiene que atender, es lo que hace que muchas renuncien. Lo digo con un sentimiento de tristeza. Es la gran asignatura que tenemos pendiente como sociedad. Tiene que ver con los modelos de vida que llevamos en la familia, en la escuela, en los trabajos. ¿Por qué en las guarderías solo hay mujeres? ¿Por qué es una mujer la que viene a ayudar a casa o la que cuida del abuelo? Esos roles se siguen perpetuando.

Esto se arregla con educación, con cuotas, con leyes, con más ministras…

Todo influye. La educación hace mucho, porque desde niñas hemos sido educadas para gustar y los niños han sido educados para triunfar. Por eso, luego, en el mundo laboral, ellos se sienten en su hábitat natural y las mujeres renunciamos con más facilidad. Tenemos que reforzar la autoconfianza de las chicas y decirles: no tienes que pedirte tanto, eres perfecta aunque no estés al 120% en todo.

Dirige una institución que se llama 50/50. ¿Cuándo dejará de tener sentido plantear ese número? ¿Cuánto falta para que la igualdad sea real?

El Foro Económico Mundial habla de más de un siglo de brecha, pero las mujeres no vamos a esperar cien años para ocupar nuestro sitio. Esto es una revolución imparable, es la revolución cultural del siglo XXI. Requiere un cambio de mentalidad, y cambiar las mentes es siempre lo más difícil, pero estamos en ese proceso y es imparable. Lo estamos interiorizando ya en las instituciones, en las empresas, en las familias, en las relaciones personales. Fijémonos en las chicas de hoy: llevan en su ADN el gen de la igualdad. Es que ni lo discuten, lo tienen clarísimo.