Repaso a los falsos mitos del feminismo

Las creencias infundadas sobre el movimiento feminista persisten, en gran parte avivadas por los movimientos que se oponen a él y por el desconocimiento

ágatha de santos

El feminismo va calando en la sociedad, aunque aún tiene que lidiar con muchas falsas creencias y falacias que tiene como objetivo desprestigiar a un movimiento que ha pasado de la marginalidad a tener cátedras y másteres en universidades de todo el mundo. Aún no es extraño oír que la violencia es poco menos que una invención, que el feminismo propugna justo lo contrario que el machismo o que las feministas odian a los hombres. Esto sin olvidar términos peyorativos como ‘feminazis’, que emplean grupos conservadores antifeministas para desacreditar y estigmatizar a mujeres cuyas ideas consideran no sólo feministas, sino “radicales”. Jorge García Marín, profesor titular de Sociología de la Universidade de Santiago (USC), director del Club de Masculinidades Disidentes de dicha universidad y coordinador del Máster en Igualdad, Género y Educación, desmonta alguno de los falsos mitos en torno al feminismo.

Repaso a los falsos mitos del feminismo

Repaso a los falsos mitos del feminismo / ágatha de santos

El feminismo es lo contrario al machismo o ni feminismo ni machismo, igualdad

son dos frases muy recurrentes. Ambas, según Jorge García Marín, parten de un error conceptual. “Una cosa es el problema, que es el machismo, y otra cosa es la solución, que es el feminismo. Hablar de feminismo es hablar de igualdad, por lo tanto, no se puede poner en la misma balanza machismo y feminismo, no pueden juntar problemas con soluciones. Creo que eso ya parte de la base de no conocer a qué se dedica el feminismo y creer que también que es una teoría supremacista de las mujeres, cosa que no tiene ningún sentido”, dice.

Las feministas odian a los hombres.

“El feminismo no va en contra de los hombres, sino de las desigualdades que crea la estructura patriarcal”, afirma el sociólogo, que advierte de que a veces los hombres también son víctimas de este mismo sistema. Prueba de que esta afirmación es falsa, es que muchas feministas invitan al hombre a sumarse a la igualdad. “Bell Hooks, por ejemplo, tiene un libro, El deseo de cambiar”, que es un guiño a los hombres, justamente para que pensemos cómo el patriarcado también nos coloca a nosotros en una posición que no es nada ventajosa. Es cierto que los privilegios son nuestros, pero también lo es que el patriarcado nos coloca una camisa de fuerza, donde tenemos que supeditar las emociones y los cuidados a la policía homosocial del patriarcado, y que tampoco nos permite expresar nuestra masculinidad de una forma diferencial”, añade.

Las feministas quieren imponer su forma de pensar a otras mujeres.

“No es que quieran imponer su forma de pensar, simplemente llevan, a lo largo de muchas generaciones, luchando por derechos perdidos. Y yo no diría que luchar por los derechos sea imponer”, opina.

Mucho feminismo, pero cuando entran gratis en la discoteca o se las invita a cenar no se quejan.

“Creo que esto también es parte de una estructura patriarcal: la mujer como un reclamo sexual, al servicio, digamos, de la masculinidad, y aquella cuestión de entender el patriarcado como algo paternalista, es decir, como yo tengo el dinero te puedo hacer el regalo. Estas dos frases serían buenos ejemplos para analizarlas desde una óptica patriarcal”, sostiene.

Las feministas son unas radicales, unas ‘feminazis’. “

Las feministas pueden ser radicales en cuanto que van a la raíz de un problema, ahí estaría la radicalidad”, explica. En cuanto al término feminazi, que se ha popularizado en determinadas esferas ideológicas, lo rechaza de forma tajante. “No hay ninguna feminista que ande metiendo a hombres en campos de exterminio ni gasificándolos ni exterminándolos. Creo, incluso, que utilizar la palabra feminismo combinada con nazismo no deja de ser algo bastante fuerte y fuera de sentido. El feminismo jamás ha matado a hombres. Lo que ha hecho es, como decía anteriormente, reivindicar derechos”, afirma.

Los hombres también sufren violencia por parte de sus parejas, pero callan por vergüenza o por miedo a no ser creídos.

“Si esto es así sería preocupante, pero no podemos desviar el foco de lo que es la violencia de género a múltiples violencias. Yo no sé si está muy estudiado que los hombres no denuncien por vergüenza, pero lo que no cabe duda es que son miles y miles de mujeres que son protegidas por la policía porque están amenazadas [en 2022, último año de los que se tienen datos, los juzgados españoles recibieron 182.073 denuncias y acordaron 32.842 órdenes de protección]. Creo que esto evidentemente no pasa con los hombres”, comenta.

Muchas denuncias por malos tratos son por venganza y para quedarse con la custodia de los hijos.

García Marín desconstruye esta afirmación, con la que se pretende minimizar o negar la violencia de género, . “Muchas veces denuncian cuando se sienten mínimamente seguras para poder hacerlo. Porque si estás viviendo con tu agresor, véase por ejemplo lo que pasó en la pandemia, es muy difícil denunciar. Si vives con él tienes que estar quietecita porque ya sabemos lo que pasa. Es más, puede pasar, y de hecho, ha pasado muchas veces, que denuncies al agresor, no le pase nada y vuelva por ti. Por lo cual, creo que la interpretación de esta afirmación habría que verla en la clave de la víctima: ¿si no lo denuncia antes no será porque teme por su vida?”, dice.

Por promocionar a la mujer se discrimina al hombre.

Para el profesor de la USC, esta afirmación carece de sentido y forma parte del “victimismo que parece estar detrás de muchos movimientos de hombres cuando ven amenazado su status quo o su privilegio”. “Yo soy un hombre y nunca he visto amenazada mi carrera por ninguna mujer, ni he visto que el privilegio fuera al revés. Incluso en el campo en el que yo me muevo, los hombres lo seguimos teniendo más fácil. Un hecho constatable es que como cuidamos menos y pedimos menos permisos, tenemos el tiempo 100% para nuestro currículum y para nuestra promoción”, explica.

Ahora nos molesta todo, hasta los piropos.

“Venimos de una cultura donde los hombres somos los que siempre hemos dicho las cosas, los que hemos tomado la iniciativa, los que hemos puesto las reglas de juego. Deberíamos tener la modestia o la humildad de entender que estas reglas ya no sirven y que igual que antes estaba justificado cualquier tocamiento a una mujer o incluso la violación dentro del matrimonio hoy el piropo puede molestar a muchas personas. El piropo es una cosa pequeña en comparación con otras múltiples manifestaciones de poder. Pero lo simbólico y lo pequeño también van construyendo, en cierta manera, el poder”, opina.

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