“Lo primero que me vino a la cabeza es que si no era para él no era para nadie”

El novio de Jessica Méndez relata en el juicio contra el acusado su impresión al ver los coches estrellados: “Allí, desde la ambulancia, ese señor se rio en mi cara”

Susana Regueira

Quebrado por la emoción pero con un relato sin fisuras, la pareja de Jessica Méndez declaró ayer en la segunda jornada del juicio que se sigue en la Audiencia de Pontevedra contra José Eirín, acusado de asesinar a la joven en Barro (Pontevedra) en 2022, embistiendo con su vehículo al que conducía la víctima y produciéndole heridas mortales. Ismael Neira, con el que convivía la fallecida, explicó al jurado que ella le había contado como, al menos en dos ocasiones, el procesado le dijo a su vecina que “si no era para él no sería para nadie”.

Fue una frase, explicó, que recordaría meses después cuando lo llamaron para alertarle de que se había producido un accidente. El primer impacto fue que había una gran caravana, de turismos y también ambulancias, bomberos, Guardia Civil… Echó a correr y cuando vio los coches estrellados y reconoció al de su novia y al de José Eirín “lo primero que se me vino a la cabeza es que si no era para él no era para nadie”.

La joven, que en el momento del crimen tenía 29 años, estaba recibiendo asistencia sanitaria en una ambulancia. En ese momento su pareja vio al acusado, “en otra ambulancia, es algo que no olvidaré en la vida”, reconoció entre lágrimas, “allí, desde la puerta de la ambulancia, ese señor se rio en mi cara … Si los guardias no vienen… Él dijo: no lo conozco de nada… Lo que quiero es que se sepa la verdad y se haga justicia”.

El novio de la víctima explicó que lo que sabía del acusado “era por lo que me contaba Jessica” y que conocía el vehículo de José Eirín, dado que la familia de la fallecida y la del imputado “son vecinos de puerta con puerta”.

Relató, como harían otros testigos a lo largo de la jornada, que las familias se llevaban bien e incluso hacían tareas del campo juntas, a las que seguían meriendas y cenas. En estos encuentros empezaron los problemas cuando José Eirín “ponía un brazo en las piernas” de la joven o una mano en el hombro. Ella “habló con los padres y la relación se empezó a distanciar”.

“Trataron de que ese señor no fuese a la casa”, añadió, y el escenario “se complicó cuando yo entré en la vida de Jessica”, en el año 2019. José Eirín “estaba obsesionado, era un sinvivir”, resumió para explicar que su pareja hacía tiempo que se sentía incomodada por el acusado, que la vigilaba constantemente, rondaba la finca de su familia y le hacía llamadas desde un número desconocido.

Recordaba que al inicio de la relación estaban en una fiesta y la joven recibía “un montón de llamadas” desde un número oculto. Jessica explicó entonces a su novio que no respondía “porque sé que es él” y le contó que “había pasado más veces”. También refirió al jurado que José Eirín no se aproximaba a la vivienda que compartía entonces la víctima con su hermana si él estaba allí. “No se acercaba”, pero “me he llegado a ir de Barro y a los diez minutos ya estaba allí. Sucedió varias veces: mientras vivió en Barro era prácticamente todos los días, una obsesión”.

Ismael Neira detalló distintos escenarios de vigilancia, como un día en el que Jessica lo llamó para decirle que “este hombre no puede estar bien, lloviendo a cántaros y viene en zapatillas”: o que la joven estaba duchándose y el acusado se entretenía en observar su sombra desde el exterior. “Para evitar un poco esto”, añadió, la víctima se fue a vivir con él.

El cuñado del acusado confirma un escenario de acecho por parte de su familiar

Horas antes del testimonio de la pareja de Jessica también el cuñado del acusado, Adriano Rodríguez, confirmó un escenario de acecho por parte del imputado, hasta el punto de que en distintas ocasiones remitió varios whatsApp a la víctima y su hermana advirtiéndoles de las vigilancias de José Eirín. El mismo día del siniestro envió un mensaje contándole a Jessica que “anda por ahí tu amigo, está mirándote”. Después, vio “que marchaba” el acusado y más tarde, relató, su hijo le advirtió de que “volvía a estar observando”, esta vez a unos 20 metros del portal”. Calcula que “unos diez minutos” después se produjo el siniestro, alrededor de las 9.30 horas. La víctima sufrió un traumatismo craneoencefálico, un hematoma subdural y un edema cerebral. Se trataba de lesiones gravísimas, de hecho se descartó una intervención quirúrgica, y la joven falleció apenas 24 horas después. El fiscal y las acusaciones particulares (que ejercen la familia y la pareja de la joven) piden por estos hechos una pena de 24 años de prisión, a mayores de las indemnizaciones.