"Ha sido un trago muy duro. Estoy que todavía no me lo creo. Cuando entré en el bajo donde mataron al agente, no podía ni mirarle. Tenía la camisa y el pecho lleno de sangre, su compañero creía que aún estaba vivo, pero lo cierto es que ya había muerto. Estaba tirado en el suelo y al fondo, el butrón que habían abierto. No era grande, pero sí del tamaño suficiente para pasar al otro lado, al interior del banco", relata uno de los dos trabajadores de la empresa de señalizaciones viarias Sebegasa, los primeros en auxiliar al guardia civil herido en el atraco, Alfonso José Riveiro Cabaleiro, y que colaboraron con él para evitar la fuga del atracador detenido, que esposado y todo intentó huir en la furgoneta de la empresa.

"Íbamos a trabajar en la furgoneta de la empresa y paramos delante de Caixa Galicia, donde habíamos quedado en recoger a un compañero. No oímos disparos ni nada. Un guardia civil que sangraba por el cuello nos llamó para que le ayudáramos: 'tú quédate al lado del coche patrulla para que éste no se escape', le dijo a mi compañero, y tú vente conmigo dentro que hay a un agente herido".

El atracador detenido, J.V.C., aprovechó que iban a auxiliar al agente que finalmente falleció para escaparse del Patrol de la Guardia Civil y subirse a la furgoneta de Sebegasa, que tenía las llaves puestas. "Esposado y todo intentó fugarse, pero el guardia herido lo vio desde el interior del local donde yacía el otro agente y gritó a mi compañero que no le dejara huir, así que mi amigo metió la mano en la furgoneta y logró quitar las llaves del motor. El guardia civil venía detrás del atracador y lo sacó de la furgoneta y volvió a llevarlo al coche patrulla. No había podido encerrarlo en el vehículo porque al parecer no encontraba las llaves. Eran momentos de gran confusión y tensión", apostilla.

Los dos trabajadores de Sebegasa permanecieron con el agente herido hasta que llegaron los refuerzos y las ambulancias del 061. "No nos movimos de allí hasta que fuimos al cuartel de la Guardia Civil de A Cañiza a declarar".

El detenido, J.V.C., considerado autor material de los disparos que acabaron con la vida del guardia civil Miguel Jorge Piñeiro Lorenzo y que hirieron a su compañero Riveiro Cabaleiro, se derrumbó una vez que vio frustrada su fuga e incluso "parecía arrepentido", según apreciaron los testigos. "Estaba tranquilo y repetía: '¡Desgraciado de mí, lo que hice!", explican los operarios de Sebegasa.

Por lo demás, se mantuvo en silencio ya que "nadie le preguntó nada, cuando llegaron los refuerzos y las ambulancias se lo llevaron, presentaba una herida en el cuello pero no parecía grave y en ningún momento se quejó", exponen estos trabajadores. Tampoco vieron huir a los posibles compañeros del asaltante. "Ya se habían marchado".

En una ambulancia fue trasladado a la Clínica de Fátima en Vigo el guardia civil herido. "Estaba muy nervioso, y sangraba por el cuello, cuando sus compañeros se hicieron cargo de la situación y del detenido, entonces dejó que le atendieran a él", explican algunos testigos. Para entonces, numerosos vecinos y curiosos empezaban a concentrarse en la zona.

"La Guardia Civil acordonó las calles de acceso a la sucursal de Caixa Galicia, e impidió el paso de peatones. Nosotros nos asomamos a la ventana cuando oímos la sirenas y vimos llegar varios coches patrulla y las ambulancias. Creíamos que los tiros habían sido petardos", explican vecinos de la zona.

La proximidad de la Plaza de abastos, justo frente a la entidad crediticia, hizo que los primeros comerciantes que acudían para poner en marcha los puestos fueran testigos de lo ocurrido. Algunos oyeron los disparos, pero no relacionaron aquel ruido con un tiroteo. "Este es un pueblo tranquilo, quién iba a imaginárselo", aseguran.

Una de las vecinas del edificio en cuyo bajo se produjo el tiroteo fue testigo de las amenazas de muerte proferidas por uno de los atracadores a uno de los agentes que frustraron el atraco. "Oí una alarma y pensé que era de un coche, como tantas veces ocurre. Ni se me ocurrió que pudieran ser las del banco. Poco después oí voces, como de fuerte disputa. Alguien repitió: '¡Hijo de puta, que te mato!' casi media docena de veces. Entonces oí los disparos, seis o siete tiros todos seguidos, avisé a mi marido y me asomé a la ventana", explica.

Ahora cree que era uno de los atracadores que amenazaba al guardia que finalmente falleció y que apenas tuvo ocasión de defenderse ya que lo recibieron a balazos. Asegura que no vio huir a ninguno de los asaltantes, excepto al que escapaba esposado y seguido por un agente de la guardia civil. "El otro debió de marcharse mientras yo me asomaba, porque no lo vi", insiste la vecina testigo de los hechos.

Un hombre discreto al que le apasionaba el baloncesto y que deja tres hijos, uno de 4 meses

A Jorge le llegó la muerte en su primera hora de trabajo después de 15 días de vacaciones. A Miguel Jorge Piñeiro Lorenzo (Vigo, 7 de enero de 1972) no le gustaba nada su primer nombre, Miguel, y siempre quería que le llamasen Jorge, y así se presentaba a los vecinos de Covelo: tenía casi decidido sacar del DNI a Miguel para quedarse sólo con Jorge. Llegó a la localidad hace tres años y aunque era un hombre de acción le gustó la comarca. Y en Covelo nacieron su segundo y tercer hijo: tiene tres, Víctor de 8 años, Óscar de 2 , y el tercero de tan solo 4 meses, Edgar. Y junto a él su esposa, a quien conoció en Madrid, y que está muy integrada en el pueblo, donde forma parte de la directiva de la Asociación de Padres de Alumnos: Eva supo ganarse en pocos meses la confianza y el cariño de todos. Jorge era considerado por la vecindad como un hombre amable y discreto, que hacía la vida normal en un pueblo pequeño como Covelo, donde todos lo respetaban, aunque no fuese de uniforme. Y la verdad es que cambiaba bastante. Cuando no estaba en horas de trabajo, le gustaba vestirse con cazadoras de cuero: tenía la chupa más elegante de la localidad y al verlo se sabía que podía haber un agente de la ley, pero un agente rockero y motero. Ayer varios de sus amigos de Vigo llegaron a la villa estacionando sus motos para dar el pésame a su familia. Cuentan sus vecinos que, al poco de llegar a Covelo, sintió que el pueblo le gustaba: la tranquilidad, sus compañeros del cuartel, los propios vecinos... Decidió entonces que la comarca era ideal para echar raíces, pero pensó que la vida en la casa cuartel no es la más adecuada para una familia con tres niños. Por esa razón, entre otras, decidieron comprarse una casa en Meirol, una parroquia de Mondariz a muy pocos kilómetros. Su esposa y él ultimaban los planes de mudanza, después del verano. En sus ratos libres, a Jorge le gustaba jugar al baloncesto. Era bueno, pero su destino le llevó a ser un agente de la Ley y no un jugador profesional.