Una semana clave. El juicio por el crimen de los dos gais de Vigo enfila su recta final. Hoy se reanudará la vista contra el autor confeso de la muerte de los dos jóvenes y desde esta misma mañana hasta el miércoles el jurado escuchará los relatos de los testigos que aún no comparecieron -policías y bomberos- y las explicaciones de trece peritos que intervinieron en este procedimiento: entre ellas serán claves las de las forenses que realizaron las autopsias a los cadáveres, que en el primer juicio habían realizado una detallada exposición en la que desmontaron la versión de Jacobo Piñeiro de que actuó drogado y en defensa propia, señalando al contrario que las agónicas muertes de Isaac Pérez Triviño y Julio Anderson Luciano fueron fruto de un plan ejecutado con "elaboración".

Ese primer jurado absolvió de los crímenes al cangués. Una decisión que fue anulada y llevó a este segundo juicio, en el que otro tribunal popular deberá emitir un veredicto que se conocerá a finales de esta semana, una vez concluyan las sesiones.

Antes de retirarse a deliberar, los nueve miembros del jurado escucharán los alegatos finales de las partes personadas en este proceso. Por el momento el abogado de oficio del acusado está manteniendo la misma estrategia que siguió la letrada que defendió a su cliente en el primer juicio. "Lo que hizo, lo hizo (acabar con la vida de los dos jóvenes)", admitía Gerardo Acosta, veterano letrado vigués, en declaraciones realizadas a las puertas de los juzgados de Vigo la pasada semana. "Pero lo hizo en unas determinadas circunstancias", matiza el jurista, que asegura que "peleará" por la libre absolución. Esas "circunstancias", que considera eximentes, son que el acusado actuó en defensa propia y por un miedo insuperable "a ser violado y acuchillado". Además, sostiene que estaba bajo los efectos del alcohol y las drogas. El letrado afirma que el temor a ser agredido hizo que su cliente se "descontrolara": "No estaba en sus cabales, sufrió un trastorno mental que le obligó a hacer lo que no quería hacer".

En esta línea, Jacobo Piñeiro mantuvo, aunque más confuso y lleno de lagunas, el mismo relato de hechos que en el interrogatorio del primer juicio. Pero en la actual vista no tuvo más remedio que admitir, sin ambages y pese a insistir una y otra vez en el argumento de la defensa propia, que en ningún momento recibió ni una sola puñalada de sus víctimas, a las que él asestó 57 cuchilladas antes de quemar sus cadáveres, que también estaban atados. "¿Entonces?", le preguntó el fiscal, que fue tajante en el juicio a la hora de exponer que la versión del procesado de que fue atacado por los fallecidos es "falsa".

Estrategias

Y es que tanto la Fiscalía como el abogado de la acusación particular, Tomás Santodomingo, centran su estrategia actual en tratar de desmontar la versión de Piñeiro de que actuó en legítima defensa y por miedo, que fueron precisamente los argumentos que tuvo en cuenta el primer jurado para absolverlo. El fiscal ya trató de dejárselo claro al actual tribunal en su primera intervención. "Miente, y aunque fuera cierto que lo atacaron, que no es así, eso no justifica que los cosiera a puñaladas", dijo. El abogado de la acusación comparte ese criterio, y así también se lo expuso al jurado: "Nadie se defiende asestando 22 cuchilladas a una persona y 35 a otra".

Los testigos que han declarado hasta ahora contradicen muchos de los argumentos en los que se escuda Piñeiro. Éste negó su homosexualidad, pero dos de sus antiguos amigos declararon haber mantenido relaciones con él. Además, los allegados de las víctimas dan por hecho que la noche del crimen había "ligado" con uno de los fallecidos -Isaac-. Uno de estos testigos, el mismo que quiso escapar de los juzgados al encontrarse con el imputado, también relató un episodio violento que, aseguró, protagonizó con una ex novia.